sábado, 22 de octubre de 2011

Male

En Male caminaba por la calle con miedo a caerme del mapa. Todo tan pequeño, tan diminuto y reducido. Así es el espacio de esa ciudad oriental que se mezcla de algunas formas extrañas con occidente. Todo aquí se mueve lentamente casi pretendiendo ser lo que no es. Male es la capital, la ciudad más importante, la única en verdad. Tuve allí una sensación extraña, he estado en muchas ciudades pero en ninguna parecida, es que la sensación que me acompaño en todo el recorrido fue la de estar inmerso en una maqueta. Pequeños muñequitos, autitos a escala, edificios de cartón, todos montados sobre un vidrio pegado a un cartón turquesa.
La ciudad ha ocupado todo el terreno disponible y esa es la razón de mis sensaciones. El día esta nublado, apenas se mueven las hojas de los árboles, las casas y los edificios se ven excesivos, si se hincharan, si una noche comieran de más, terminarían apoyando al menos un pié en el agua. La tomes por donde la tomes empieza en el mar y termina en el Indico otra vez. Recorrimos entre la gente de las culturas mas diversas que puedan imaginar pero lo que mas nos llamo la atención fue esa costumbre del islam. Las mujeres caminan detrás de los hombres, siempre. Ellos se detienen, ellas también, siempre detrás, manteniendo la distancia, separados por un recuadro invisible.
La mezquita mas antigua nos esperaba, nos descalzamos y respetuosamente admiramos un hermoso edificio que nace en un parque tan verde como solo aquí el verde puede expresarse, el blanco y el azul combinados, los espacios vacios de las paredes para que el aire pueda darse el gusto de envolvernos y acariciarnos a cambio de un alivio al calor que nos persigue. Seguimos paseando hasta llegar una calle que desembocaba en el puerto infinito. Chucherías, recuerdos y souvenirs nos llamaban desde las vidrieras. Aquí, aquí…insistían en decir. Me pare en un negocio y el señor de la túnica blanca y la piel de cobre me hizo pasar, el ingles tiene esa cosa tan interesante de ponernos en contacto con la mas lejana de las galaxias y entonces nos pusimos de acuerdo. Me prometió una remera y en esa remera imaginó corales, peces tropicales, el fondo de esponjas y una medusa gigante. Lo miré curioso y le dije que no había visto nada semejante entre las cosas que tenía colgadas. Me pidió unos minutos muy amablemente paso detrás de una cortina y trajo una señora de manos tan flacas y huesudas que parecían dibujos trasnochados. Extendió la remera, blanca como estaba, saco una esponja de esas que cualquiera de nosotros solo podría usar para lavar un vaso, cuatro tapitas plásticas con pinturas distintas y empezó a pintar. En unos minutos el sueño del hombre de la piel de cobre había pasado por las manos huesudas de esa mujer pequeña y se había pegado a la que ahora era mi remera. Quise tomarla pero ella me detuvo con un gesto. Le puso un papel transparente encima y le paso una plancha china que parecía a pilas, recién entonces me la entregó. La mire. La miramos, busque a la señora pero ya había pasado a través de la cortina. Pagué y el hombre que soñaba me despidió con una sonrisa brillante. Salimos otra vez a la calle y bajamos hacia el muelle, se hacia tarde, el barco se iba.
Las Maldivas son como un collar caprichoso y Male esta engarzada cuidadosamente, como un pequeño y valioso diamante, en esa joya turquesa del Índico.
Ahh, por cierto…todavía tengo esa remera, siempre es bueno tener un sueño guardado, nunca se sabe cuando podemos necesitarlo.


sábado, 8 de octubre de 2011

El señor de Copán

Copán esta en ruinas, sabías?
Sí, ruinas. Parece que un día amaneció distinto, el sol al revés, de arriba a abajo de oeste a este y todo terminó. Fue una ciudad enorme, hermosa y prestigiosa. Copán tiene escaleras que hablan, estelas que cuentan historias, paredes y pinturas que no pueden callarse. Parece imposible que en el medio de la selva uno tenga que cubrirse los ojos para esquivar por un rato el bullicio.
El camino a Copán es un viaje en si mismo, recuerdo que íbamos por la ruta, nadie yendo nadie viniendo. La camioneta alumbraba como podía el resto de noche oscura que lo cubría todo. El asfalto termino bien atrás, lo que quedaba era tierra, arcillosa, húmeda, reptando el camino en su cuerpo, como podía, abrazando montañas bajas y algunas altas pasando entre los arboles mas verdes y grandes que ví. Seguíamos el camino con la indicación dibujada con pulso tembloroso sobre un papel rayado. El mapa…bien gracias. En una de las salídas de una recta larga que se acomodaba lentamente al costado de una montaña las luces tenues de la camioneta me dejaron ver, por suerte, que la mitad del camino había desaparecido. Verdaderamente desaparecido, ya no estaba, lo que alguna vez había sido ruta ahora era vacío, el cuerpo de ese camino ahora estaba 300 metros mas abajo en el fondo de una cañada. Me detuve esperando ver mejor, nos quedamos esperando pesando en nuestros pensamientos si el paso de la camioneta seria demasiado para lo que quedaba de camino o si podríamos seguir a pesar de todo. Finalmente, confiando en que las desgracias siempre sucederán mañana aceleré y pasamos. Realmente pasamos. Mas aliviados pero atentos seguimos adelante. Un rato después otra aventura. En la oscuridad absoluta de la desolación hecha camino descubrimos la ruta casi cortada al medio por una maquina gigante. Estaban trabajando o habían estado allí, era de noche y la maquina cortaba el paso otra vez. No quieren que lleguemos a Copán, pensé. Quienes? Me pregunté. Nadie puede querer eso me respondí y acerque la camioneta a la maquina amarilla que decía “cater” había perdido el “pillar” de su nombre, paradójicamente. La iluminamos cuando nos acercamos y distinguimos un movimiento en la cabina. Se nos acerca un señor morocho, bajo y vestido de obrero con el detalle de un rifle verdadero en las manos, no dejo de sorprenderme la escena porque era verdaderamente algo que no esperaba. Asi es que este buen hombre se va acercando curioso con su rifle entre manos. No debe ser muy amistosa la zona, pienso. El camina tratando de ver entre las luces nuestras. Finalmente hablamos, amistosamente, el solo cuida las maquinas, nos asegura que vamos bien y falta poco, no dispara, no amenaza, sonríe con un par de dientes que le faltan y sacude el rifle cuando nos vamos. Mejor así.
Finalmente llegamos al pueblo que queríamos llegar. Es el umbral de lo que venimos a buscar. El pueblo, muy poco originalmente, se llama “Copán Ruinas”. El hotel Jaguar nos dará una cama y nos dejara dormir, otro hotel nos dará la cena y a la mañana despertaremos listos para seguir.
El sol tiene la capacidad de embellecerlo todo y esa virtud se hizo presente. El sol arriba coloreando el camino verde y terroso al mismo tiempo, entre las montañas bajas, las plantas enormes. Finalmente llegamos, cumplimos con el cometido. Estábamos en Copán, las estelas características, las escaleras, los templos de la que fue una de las ciudades mas grandes e importantes del imperio maya. Estremece pensarlo, emociona vivirlo.
Nadie sabe como fue el final de Copán, miro al sol y le pregunto. Me tapo los oídos y escucho. Las lágrimas no lo dejan hablar. Llueve... como siempre.