martes, 21 de abril de 2009

El que avisa no traiciona

No podría hacerlo nunca, ni siquiera si me pagaran, no había ninguna posibilidad de que yo lo hiciera. No tenía miedo, no era porque no me atreviera ni siquiera se debía a una cuestión de principios. No podrían decir de mí que no lo íntentara, sería una absurda mentira si me señalaran como uno de los que abandonan. No señor!! eso nunca!! abandonar no figuraba en mi diccionario; sin embargo bien adentro lo sabía. Nunca podría. Por mas intentos que hiciera, por más intenso que fuera mi mundo, por mas hazañas que planeara, por más locuras que intentara; yo lo sabía. Nunca, y eso significaba jamás, podría hacerlo. Asi fué como seguí simulando que intentaba para los que esperaban algo de mi, continué con la farsa como si yo también estuviera convencido. Nadie, nunca, pareció notarlo. Sin embargo, para estar tranquilo con mi conciencia, deje un escueto testimonio en el reverso de la tapa dura de una edición de "Palmeras Salvajes" del gran Faulkner. Con mi letra de siempre me confesé, para que mi conciencia no me juzgara. "Nunca escribiré como Hemingway"

viernes, 17 de abril de 2009

Un Animal

Podriamos haber discutido durante años pero nunca nos habríamos puesto de acuerdo. El mejor jugador que habiamos tenido no tenía nombre. no sabiamos quien era, simplemente porque no lograbamos coincidir en las opiniones. Para unos era el "Pocho" Garay, para otros el elegido era "Mosquito" Genera. Para nosotros (y nosotros eramos Fonseca y yo solamente) era "Borges". la discusión no tenía sentido porque segun nosotros (los mismos nosotros de antes) Borges habia marcado un antes y un despues en una cancha de rugby. Me puse como loco cuando el Negro intento explicarme porque "mosquito" había sido mejor. Hice a un lado los fernet, acomode a un costado las servilletas de papel y el maní y empecé a explicarle; pausada pero firmemente las razones de nuestra elección. Cuando apareció un martes a la noche en entrenamiento, haciamos memoria y comentabamos en la mesa, se presento al entrenador invocando su condicion de medio scrum frente a la clasica pregunta que recibia a los "nuevos". Vos de que jugás?. Recordabamos intervenciones fantasticas y extravagantes de tipos que habian respondido "de scrum" o el Tucumano que exhibia credenciales de apertura y tenía el mismo pase que cualquier jugador normal con ambos brazos atados firmemente al cuerpo con alambre. Aunque Borges se presento como medio scrum su respuesta no fue tenida nunca en cuenta. Era un clasico para un entrenador como el que teniamos pedir explicaciones que no escuchaba, respuestas que no le interesaban y opiniones que nunca consideraba. Asi fue que Borges siguio entrenando de tres cuartos y jugando de lo que lo pusieran...eso siempre que lo pusieran; cosa que no pasaba seguido. Una tarde de domingo, porque en esos años todavía se jugaba ese día, Borges se paso un partido entero de reserva jugando de centro y viendo como los rivales se le colaban por los costados y los gritos del entrenador le aniquilaban la autoestima lentamente. Al terminar el partido entendió claramente lo que ya sabia de antemano, que ese no era su puesto y que quizás, quien lo sabía, ese había sido su ultimo partido por mucho tiempo. Asi estaban las cosas cuando en la primera mitad del partido de primera el "perro" se golpea una mano. Por mas que se la vendaron y encintaron no la podía mover. Le costaba horrores tomar la pelota y no hablemos de tacklear o aunque mas no fuera agarrar. Si nunca lo habia hecho con el cuerpo al cien por ciento no había posibilidades que lo hiciera ahora que estaba lesionado. El "perro" termino afuera de la cancha y el equipo con un hueco que no podía llenar. el tiempo fue pasando y cada vez se complicaba mas el resultado. El equipo estaba partido en dos, no había conexion entre forwards y tres cuartos, no habia ideas, no habia pausa, no habia vertigo.
Para el entretiempo las opciones que quedaban no eran potables y el entrenador masticando bronca y con los ojos inyectados de amenazas latentes lo llamo a Borges. Le explico lo que esperaba de él, que no era mucho mas que decoro. Lo amedrento y le quito la poca confianza que podía quedarle, fiel a su estilo.
Si todo lo que conte lo consideramos el "antes" ahora empezaba el "después". silbato, patada a cargar de los rivales, buena recepcion de un primera linea, un par de metros hacia adelante y un ruck sólido, Borges que se acerca, levanta la vista para ambos lados, mitad de cancha. Levanta la pelota y entiende que no hay mas verguenza en el rectangulo de juego; un amague, dos amagues, un pique muy corto, freno y otra salida explosiva, la marca frente al fullback encimada y pase a la derecha al wing que venía acompañando. Try! Try!, gritos, locura medida pero locura al fin. Una nueva salida con un movimiento casi calcado pero ahora, en vez de correr, Borges decide jugar al apertura con un pase recto y veloz de mas de 20 metros; hay juego, avance, un salteo y Borges emerge hecho un rayo entre el segundo centro y el fullback. Carrera impresionante de 30 metros y el try mas simple que vi en mi vida. Este Borges era cosa seria. Tanto asi que el entrenador ya no insultaba, no hablaba. No conocía palabras de aliento ni estaba en su capacidad poder reconocer algún merito. Asi fueron pasando las jugadas y Borges las hacia todas. No había tackle que lo detuviera no había pase complicado para dar, ni amague que no pudiera hacer. Ese partido lo terminamos ganando por mucho, en realidad lo termino ganando Borges. Habíamos descubierto una nueva estrella, un diamante en bruto que en solo 40 minutos se había pulido hasta ser la joya mas preciada del equipo.
Los días fueron pasando y la verdad fue que Borges siguió jugando bien pero alternando los partidos en que entraba de titular y los que lo veian empezar de suplente. El entrenador no podía superar la barrera de los códigos del deporte que dicen que cualquiera que venga de afuera no puede ganarse un espacio rapidamente en un equipo suyo. No importaba lo bueno, no interesaba que no hubiera reemplazo, Borges tenía que ver como, en algo similar a una tombola, se decidia quien se ponía la 9 en cada partido; una lotería donde nunca tenía número.
Los partidos pasaban y Borges la seguía rompiendo. Sus acciones con el equipo crecian y los celos del entrenador se multiplicaban. Una tarde que recuerdo especialmente, estabamos precalentando para empezar un partido complicado con uno de esos equipos pesados que logran, inexplicablemente, que 80 minutos de empujar gente les proporcionen satisfacción. Esperabamos un juego aspero y horrible, teniamos depositada la confianza en tener algunas pelotas y poder movernos con velocidad para marcar la diferencia. Borges entraba de titular extrañamente y eso nos motivaba un poco mas. El partido se presento como pensabamos, espantoso, trabado, mezquino, lento, aburrido. Solamente dos veces en el primer tiempo logramos pasar la mitad de la cancha con una patada al fondo y una carrera veloz de Borges que termino en try. No mucho más para destacar. Para el comienzo del segundo tiempo no presentamos cambios, las palabras del entrenador apelaron a la idea consagrada de poner "huevos" y "pelearlas todas". Hicimos lo que nos pidió mientras pudimos, sostuvimos el scrum hasta que en un derrumbe el hooker, Jimmy, se lesionó un hombro. El entrenador nos sorprendió a todos poniendo al "perro" en la cancha, todavía con la mano vendada y recién haciendo su regreso lento a los entrenamientos. El hooker por el medio scrum. Y Borges? nos preguntamos todos. Pasa de hooker Borges! se escucho. Nos miramos sin entender pero Borges sabiendo que con el entrenador no se discute se puso al medio de los primeras líneas nuestros, enfrentando a dos gordos característicos de un equipo como nuestro rival de esa tarde. Cuando el arbitro hizo seguir el juego el scrum conectó y se llevó las costillas de Borges, en un acto de "contricción" casi religiosa logrando una posición casi fetal. Conclusión: perdimos una estrella en ascenso y el entrenador sonrió por segunda vez en un año. De Borges nunca supimos nada más. Del entrenador sabemos todo por mas que el se obstine en este preciso momento, en esta misma mesa, en tratar de convencernos de que Borges pidió voluntariamente suicidar sus huesos en ese scrum.

miércoles, 15 de abril de 2009

Presione Send

El sonido ronco del teléfono al vibrar me distrae por un segundo. No es aconsejable leer mensajes cuando se maneja y por eso no lo hago. En el semáforo siguiente no puedo contener el empuje arrollador de los mil caballos que arrastran mi curiosidad. Incomprensible otra vez el texto. Lo mismo, como cada lunes, miércoles y viernes. Las mismas palabras, el mismo número, el mismo remitente. Andrea dice que debe ser alguien conocido, porque no hay nadie capaz de equivocarse tanto y tan seguido, ni existe alguien capaz de insistir tanto sobre algo que nunca tiene respuesta; agrego.
Estas seguro de que no sabes quien es? No, no, ni idea. Entonces llama a ese número y decile que termine ya con esta historia sin sentido; no sos quien cree que sos, explicaselo. Insiste Andrea, verdaderamente comprometida en que el misterio se termine. Es una presión extraña la que ejerce sobre mi. No parece importarle nada de lo que sucede conmigo o a mi alrededor, excepto esa espina de caracteres electrónicos que aterriza en mi celular lunes, miércoles y viernes. Si, tenes razón. Le contesto como para cerrar el tema y no seguir dando vueltas sobre algo que no tiene ningún sentido.
Sinceramente, cuando estoy solo creo que sería capaz de llamar y demandar, con la vehemencia que me pide Andrea, que no me escriba más; sin embargo siempre, indefectiblemente, me arrepiento de mis pensamientos como en un acto de confesión religiosa.
Así es que mejor escribo “como te llamas, quien sos, que necesitas?”. Escribo y dudo, como siempre. Borro todo, cierro el teléfono…como siempre.
Sería mejor que Andrea supiera que no llamé, sería mejor que supiera que no quiero llamar. Ella es demasiado insistente en estos temas y cuando se lo digo explota. Mis palabras tienen la temperatura del hierro incandescente; sus nervios son como los vapores de la nafta. Mala combinación.
Gonzalo me promete que no va a saberlo nadie. Hoy es lunes me recuerda. Ya lo sé. Sabés lo que es para mi un lunes, un miércoles o un viernes? Adrenalina pura.
No tanto por los mensajes como por Andrea. Hay algo perverso en ver como se transforma, como se pone en guardia y su cara se llena de nubes de tormenta cuando llegan los mensajes. Con Gonzalo estamos seguros de que a cualquiera le daría miedo ver la forma en que Andrea se transforma y vive esos momentos. Es como si su vida dependiera de eso, es casi como una lucha, a matar o morir.
Podría quitarme el teléfono y llamar ella, o escribir con furia una respuesta asesina; pero no. Eso significaría hacer evidente la locura, la preocupación que ella cree mantener oculta. Es tan mala actuando, se ríe Gonzalo.
Gonzalo, este Gonzalo, es mi amigo desde antes de conocer a Andrea. Con él nos conocimos por medio de otro amigo y como pasa a veces, él y yo dejamos de vernos con el que nos había hecho de nexo para convertirnos, ahora sí, en amigos nosotros dos. Gonzalo es raro según Andrea. Extraño, sarcástico, desaforado cuando habla, agregaría yo. Inimputable dice él de sí mismo. Cualquiera es raro para Andrea, cualquiera que no sea como ella y sus amigos, que por cierto son muy pocos. Extraños son los que no ven lo que ella ve. No piensan lo que ella piensa, no creen lo que ella cree.
Andrea es todo eso pero al mismo tiempo es suave, comprensiva, protectora. Incondicional diría ella de sí misma.
Hay un extraño placer en ver las dos caras de Andrea, la de siempre, la que muestra minuto a minuto y la que pierde la compostura detrás de una máscara que se derrite al calor de sus nervios reprimidos.
Hoy es lunes y llega un mensaje, como siempre, como esperábamos que sucediera. Suena el teléfono anunciándolo y no me muevo, con la vista alcanzo a ver a Andrea que deja a un costado su lapicera y las carpetas que esta corrigiendo. El celular esta en la mesa, a 2 o 3 pasos de distancia, en un punto equidistante de los dos. No me muevo esperando que ella reaccione. Andrea inmóvil, la lapicera en la mesa, las hojas quietas, la punta del pie derecho rítmicamente golpeteando el piso. La dejo esperar un poco más y cuando me inclino para levantarme de la silla ella se convierte en una pantera y salta sobre el aparato. Lo tiene entre las manos y sonríe maliciosa. Me lo muestra sin decir nada pero es como si hablara. Lo tengo, dice, te tengo, dice. No se lo pido porque no tendría sentido y hace tiempo deje de hacer y decir cosas que no tienen futuro.
Lo abre, lo lee, lo marca. Esperamos juntos la respuesta. Yo no creo que se anime a seguir, ella no cree que yo puedo escaparme. El celular llama. Suena y suena, pausado y persistente. De pronto atienden y en el mismo acto nuestras caras se mudan. La mía es una mezcla de miedo y extrañeza. La de ella es pura victoria. Me queda ver si se anima pero casi no me quedan dudas. Llegó hasta el precipicio, ahora va a saltar. Me dedica una última mirada y acercándose el teléfono a los labios, casi sensualmente, le dice:…Gonzalo… no juego más.
Andrea es así…igual a Gonzalo.

domingo, 5 de abril de 2009

Increible

No hay casualidad sino destino repetía una y otra vez. Debute escuchando esa frase un día de marzo, de esos que no se deciden a dejar de ser verano aunque el almanaque los acomode de prepo.
En el tren, al lado de la ventana, mirando como esa nada que es la vida de los otros pasa acompasada al ritmo de los durmientes. Permiso, me corro, pasá, no es nada, no hay problema…así construimos un dialogo que muto en las mas variadas formas y temas, durante un rato que pareció estirarse estación tras estación.
Estación Victoria, me dijo, hasta acá llego. Casualidad, conteste sonriendo, yo también. Viste, viste…no hay casualidad sino destino; me dijo imitando un tono solemne. Sonreímos, los ojos le brillaban repitiendo el sol mil veces. Parece que es así nomás…acepte.
Bajamos en Victoria, caminamos afuera de la estación. Voy a la derecha, un par de cuadras, vos? También, también, pero un poco mas lejos le explique. Hicimos una pausa. Ya se…ya se…comente, hay destino!! Y nos reímos otra vez.
Recorrimos la calle del costado de la estación y la deje en la puerta de la empresa. Cambiamos teléfonos, direcciones y promesas.
Seguí hasta la esquina, doble a la izquierda y apure el paso; 10.45 decía mi reloj. Con el teléfono en la mano y esquivando autos llamé. Ramirez… como le va? Estoy un poco demorado sabe?, puede creer que me baje del tren una estación antes?