lunes, 19 de enero de 2009

Cuarta Fase

La cara contra el piso, los hombros sobre el pasto, la cadera arriba como tratando de empujar el cuerpo para que se lleve la tierra por delante; las piernas flexionadas, esperando. Adelante, también en el piso, caídos, 3 o 4 compañeros. Casi abajo, amontonados. Las manos libres, las mías, para eso la cabeza en el piso, por eso los hombros apoyados. 5 o 6 metros faltan.
Pongo una mano en el suelo para poder ver más allá del barro. Todo se mueve, los otros se mueven. Me gritan de la derecha, miro como puedo y siento que el tiempo se agota. 5 o 6 metros faltan. Escucho esa misma derecha y veo que tengo compañía. Me despego del piso hacia adelante y las piernas entienden que tienen que empujar o morir. Salgo hacia el frente por ese costado, apenas separado de los que están caídos, 5 o 6 metros faltan. En cuanto me despego unos centímetros me enderezo lo suficiente para no estar parado y sin embargo correr y avanzar. Se ve la línea, entre algunos cuerpos que se acercan y no alcanzo a distinguir, son colores, son obstáculos. 2 o 3 metros se mueren bajo mis pies, la cabeza calcula y me devuelve la idea de que si acelero mas, si empujo mas, si salto hacia adelante entre esos dos obstáculos azules habremos llegado. Corro, me chocan en la cadera, o por ahí, pero alcanzo a mantener el rumbo, la mirada fija, los ojos no ven más, intento seguir para saltar ese metro infame y mi hombro se sacude con la humanidad frustrante de un tipo de azul. De atrás siento que me empujan y avanzamos multiplicados para terminar desparramados en el suelo pero detrás de la línea esa que 5 o 6 metros antes estaba al otro lado del mundo. La pelota sigue entre mis manos, debajo de mi pecho, apretada contra el piso; try escucho. Try!