miércoles, 23 de febrero de 2011

9°32´53" N 78°53´58" O

Me llevó una semana completa conseguirlo. En esos días repartía mi cabeza en estar donde estaba y pensar como haría para desandar el laberinto que suponía llegar a destino. Por cierto un destino que no conocía, solo había visto algunas fotos, leído comentarios y cosas por el estilo. Tenía la referencia de un par de italianos que conocí en el camino, de unos americanos que se me cruzaron una vez en México y me dieron el dato. Nada más.
Hablé por teléfono con amigos de conocidos de parientes de unos amigos de una persona que supo decirme. Sí, se como ayudarte. Gaste minutos, puse monedas y marqué cien veces, dejé mensajes que siempre fueron ignorados y finalmente, lo recuerdo claramente, pude hablar con un individuo que de buenas a primeras me dijo que si...que el era el hombre que tenia la llave.
Coordinamos todo en un segundo llamado. Volaríamos de Panamá a El Porvenir, allí nos esperarían para llevarnos a la isla y pasaríamos 5 días entre los indios Kuna, tomando sol y conociendo sus costumbres. No eran épocas de mails, internet ni cámaras digitales así que todavía los arreglos podían hacerse de palabras sin necesidad de que los 1 y los 0 nos dieran garantías en el mundo binario.
Cumplimos con nuestra parte del acuerdo y salimos temprano desde Panamá en una pequeña avioneta que trababa una de sus puertas con un pedazo grueso de cartón y que no desperdiciaba espacio en un copiloto sino que usaba ese lugar para sentar un afortunado pasajero extra. El vuelo fue bastante entretenido, la selva, los ríos y el mar se veían hermosos desde el aire pero desde una perspectiva distinta a la que da un avión comercial, aveces volábamos tan bajo que parecíamos arañar las copas de los arboles mas altos. El trayecto fue un poco largo porque la avioneta tenia una ruta recargada, visitaba todas las islas que había en el camino a El Porvenir, dejando gente y paquetes; subiendo gente y paquetes. Los aterrizajes tenían la particularidad de tenernos siempre en alerta, las islas eran tan pequeñas y las pistas apenas unas lonjas de tierra compactada que muchas veces iban de una lado a otro. Veníamos volando sobre el mar, divisábamos la isla, el piloto se zambullía hasta el borde mismo de la playa, asentaba las ruedas del avión y comenzaba a frenar para terminar totalmente detenido al borde mismo del agua en la otra costa. Descargábamos, Cargábamos y la gente del lugar empujaba el avión hasta que quedara apuntando exactamente al lugar desde el cual había venido para que pudiera despegar desandando el recorrido del aterrizaje. En esa especie de montaña rusa aérea llegamos a El Porvenir. Una isla un poco mas grande. Allí nos esperaba la gente del Hotel San Blas, Nos llevaron al muelle y subimos a un cayuco (en verdad un gran tronco ahuecado con motor fuera de borda) subimos nuestras cosas, subimos nosotros y comenzamos a viajar entre las suaves ondas del mar caribe con el agua a 10 centimetros del borde del cayuco.
Un rato después enfrentamos Nalunega, la isla que teníamos por destino, de lejos era una isla circular con mucha vegetación en uno de sus lados, cabañas de caña sobre la costa y algunas construcciones sobre el agua. Nos fuimos acercando y los contornos comenzaron a definirse, los colores a verse y el paisaje a aclararse. Cuando llegamos a la costa podíamos ver las mujeres con sus vestidos de colores, los niños correteando entre la arena y las palmeras, los hombres trabajando. El hotel San Blas era un conjunto de chozas de caña y hojas de palmera con piso de arena, un gran comedor del mismo material con mesas y bancos de madera, una choza sin paredes con varias hamacas al borde del agua y un muelle de troncos que se internaba en el mar donde dos casetas cerradas eran los baños. Nos miramos y sin necesidad de hablar pensamos lo mismo. 5 días aquí? Pero eso es parte de otra historia.

martes, 22 de febrero de 2011

9°32´59" N 79°39´00" O

El Pulpo con coco en un comedor al aire libre, enfrentado a la iglesia principal, se vistió de almuerzo. Si tenia dudas con respecto al resultado de la receta, el sabor las despejo todas. Ahí nomas, cruzando la calle, mientras pasan los omnibus como carnavales, esta la iglesia y en ella tenemos cita para ver el famoso Cristo Negro. Parece, dice la leyenda, que lo encontraron flotando en el mar allá por el 1600. El asunto es que el que lo encontrarán parece haber sido su primer milagro, ser negro y que lo aceptaran, el segundopara sí y para cuando estuvo en la iglesia empezó a hacerlos para los demás. La iglesia de Portobelo es parte del mismo casco colonial que inunda de historia las retinas de los que disfrutamos imaginando lo que fue y como fue. Resulta que las callecitas caminan paralelo al mar y de vez en cuando se atraviesan, pero lo que es inevitable, es que te llevan al fuerte que se levanta imponente todavia. Arriba de la montaña haciendo de llave maestra de una bahía profunda se levanta la fortaleza de piedra que tuvo que soportar a los piratas mas famosos y sus intentos por quedarse con los cargamentos que partían a España. Los cañones siguen apuntando desde lo mas alto y si te asomás a la muralla larga que le pone límites al mar, alta e imponente, con cuerpo de rocas, desde la altura, dan ganas de sumergirse al mar transparente y tentador. El recorrido por la historia de Portobelo es fascinante porque puede sentirse, tocarse y respirarse. No esta preso en un museo, detras de cristales o cordones.
Me metí dentro de una de las almenas del fuerte, dominando la bahía, en una esquina, dejé el casco de lado, el mosquete y la espada, puse la vista fija en el horizonte azul através de la pequeña ventana vertical que tenia enfrente y prometí a mi capitán que ni bien las velas de Drake se divisaran daría la señal de alarma.

lunes, 21 de febrero de 2011

9°34´13" N 79°28´20" O

Entre el circulo polar artico y la antartida hay una masa de tierra enorme que los Españoles llamaron America, en ese mismo espacio elevado sobre el mar los mismos españoles hicieron guerras, las ganaron y perdieron, los que alli vivian desaparecieron, vinieron gentes de inglaterra, de francia, de holanda, de portugal todos buscando quedarse con un pedazo, algunos ganaron otros perdieron; despues llegaron otras personas buscando un destino que les dijeron habia caido parado por ahi. Se quedaron, se fueron, no importa. El punto es que entre el artico y la antartida pasaron infinidad de cosas pero nadie reparo en lo esencial. Todo es accesorio, nada es importante, la verdad en estos 500 años pasados ha estado siempre oculta. A Colón le llevo cuatro viajes, un montón de dinero, tiempo que no tenía y ganas que se le iban acabando pero finalmente pudo hacerlo; sin embargo al llegar a España lo encarcelaron y lo enjuiciaron y ya nadie presto oídos a sus palabras que se iban apagando tan convencido como estaba de que nadie habria ya de escucharlo. Dicen que murio murmurando entre rezo y rezo el nombre de su descubrimiento, el verdadero, al que nadie le presto atención.
Yo me tomé el atrevimiento de cruzar un país entero, de punta a punta (que aunque suene una gran hazaña debo aclarar que se trata de Panamá) de una costa a otra con poco mas de 100 kilómetros para hacer honor al cuarto viaje del famoso genovés. Antes de llegar a Portobelo tuve que respetar la cronología y pase primero por uno de los poblados mas antiguos de América, un lugar que tiene el extraño privilegio de llamarse "Nombre de Dios". Así están las cosas con este pueblo fundado en 1509, recorrer sus callecitas apenas abiertas, enmarañadas, la plaza escualida, y sus casas de dos colores a medio caer te hace pensar lo cerca que esta 1509 de 2010. Hay una bahía enorme enfrentada con las montañas verdes y el mar que arremete con sus brazos hechos olas. Esa bahía fué la razón para que la eligieran y con el tiempo perdió su brillo y un gobernador infiel la cambió por otra fundando Portobelo y poniendo para siempre a Nombre de Dios entre las tapas duras del libro del olvido.

El Telefono Volador y La Vida Despues del Roaming

No se si les ha pasado, no se si lo hacen ustedes.
Pongamos el escenario: Avión comercial, pasaje completo, todos sentados, cinturones abrochados a la espera del despegue.
Ahora la historia:
Cada vez que subo a un avión me asalta el mismo pensamiento recurrente, producto simplemente de lo que veo y no logro entender. Cual es la razón, si es que existe alguna, que hace que una persona no apague su celular cuando el avión ,en el que viaja, esta despegando o aterrizando y se lo han pedido por altavoz?
Hace unos días, dos asientos adelante mio en la fila del frente un tipo de unos 30 años tenia el celular prendido y desde mi lugar podía ver que jugaba al solitario con él. Cuando anunciaron el despegue, el pedido de que se apaguen los aparatos electrónicos y demás, este individuo seguía prendido al teclado de su blackberry, la azafata paso a su lado y él lo escondió debajo de sus piernas, pasado el peligro lo levanto nuevamente y siguió prendido a la pantalla. Después le toco el turno al comisario de abordo que vio que el teléfono seguía prendido y también le pidió que lo apagase. Obviamente le dijo que si y a los dos pasos del navegante por el pasillo continuaba jugando con el celular encendido. Le dijeron nuevamente que apagara y siguió ignorando el pedido. Finalmente despegamos y su teléfono estaba abierto, tan es isa que recibio un llamado, que obviamente atendió con la voz hecha un susurro. Puso el blackberry en vibrador (por las dudas sonara nuevamente) y siguió adelante con lo suyo. El vuelo duro unas tres horas aproximadamente en las que este personaje durmió, estuvo despierto, converso, jugó , conservando, por supuesto, su teléfono siempre encendido; de mas esta decir que a la hora del aterrizaje volvió nuevamente a ignorar(nos) a todos.
Escenas como esta las he presenciado infinidad de veces, diría sin miedo a equivocarme que en cada vuelo que he tomado hay siempre tres o cuatro de estos personajes que parecen tener conectado un marcapasos al celular, si lo apagan... mueren. Por ultimo hay otra variedad en la misma especie y estos son generalmente mas abundantes en los viajes cortos, ocupados por gente que va de un lado a otro a trabajar ,por ejemplo, digamos un viaje, Córdoba-Buenos Aires. En esos vuelos tenemos los que como el primer espécimen están vitalmente conectados al celular sin importar que perjudique la navegación del avión que los lleva (a ellos mismos) a 10.000 metros de altura y testán los que yo llamo "Gates de Cabotaje" generalmente son personas que ni bien el avión apoyó dos ruedas en la pista prenden el celular para recuperar rápidamente la señal y así seguir conectados, seguramente, a negocios multimillonarios que necesitan de su atención en cada segundo, quizás la demora de 4 minutos entre que el avión toca la pista y se detiene, sea la diferencia entre la vida y la muerte, el futuro de sus nietos o el fin del hambre en África.
Cada vez que me asaltan estos pensamientos me voy radicalizando en los conceptos y pierdo cada vez mas la paciencia. Es que no hay normas que respetar? Si me dicen que apague el celular y que no lo prenda hasta que lleguemos eso significa que no importa si hago lo que se me da la gana? Prolongar el silencio de mi celular 4 o 5 minutos mas determinara el resultado de los próximos 40 años en mi vida y los de mi familia? Si hay una razón de seguridad para una norma internacional en un medio de transporte tan atravesado por la tecnología, no seria lógico atenderlo?. En fin...seguramente estas mismas personas reclaman corrección, seriedad, honestidad y respeto por las leyes en cualquier conversación que se les presente...pero esa es otra historia.

jueves, 3 de febrero de 2011

23°13´00" S 44°43´03" O

Si el pasado estuviera vivo me lo habría cruzado entre los adoquines de Paraty. Ahí mismo, sobre esas mismas piedras, recorriendo las calles aveces rectas, aveces torcidas, siempre falleciendo al borde del agua. El pasado, ese que imaginamos, que leímos, que vimos en el cine. La pintura del paisaje de una pequeña ciudad de ensueño, transpirando al borde del mar, apenas separada de la mata atlántica por un suspiro de ladrillo y adobe. Las callecitas se recorren mansas, los balcones se asoman, las puertas de colores saludan, las paredes se ponen firmes contra el verde y las veredas se extinguen a los pocos pasos. Paraty es un museo a cielo abierto apenas protegido por una cúpula invisible que le puso pausa al tiempo. No hay consejos para disfrutarla, quizás el único posible seria elegir el mejor banco de la plaza mayor, enfrentando la iglesia mas grande, mirando de reojo el puente que se atreve con el río marrón que baja de las montañas y sentarse ahí por un buen rato. Hasta que el futuro llegue o el pasado se cruce de nuevo. Lo que suceda primero.