miércoles, 21 de enero de 2009

Ludovica

Ella hojeaba un libro de paginas gruesas, muy blancas, que parecían haber sufrido el efecto de la humedad porque estaban onduladas como esos papeles viejos secados al sol. Desde mi mesa, justo detrás de ella, solo podía verle la espalda y la pagina izquierda del libro. Montones de letras en procesión de hormiga.

Vos la del horóscopo chino! Si, vos. Te estoy viendo, desde mi mesa, atrás tuyo…
Cerrá esa página de la rata, de la relación entre el mono y el tigre y lo que espera al chancho este año…
Casi le grito. Pero nó

La miré un rato largo y pareció darse cuenta. Giró la cabeza hacia la izquierda y casi me encuentra la mirada. Preferí seguir mirando mi vaso un rato más.

Ahora se reía. Seguramente era por un mensaje de texto porque ese libro no podía ayudarla en eso. De pronto se levanto y marco el libro con un sobre de azúcar. Se paro delante de mi mesa y me pregunto cual era el problema. Problema? Ninguno. Porque? Le dije.

Se fue. Giró como un relámpago y salio por el pasillo del bar. Arriba de la mesa el libro marcado con el azúcar. Espere un rato para ver si volvía, no quería que me interpretara mal otra vez, no quería darle motivos.

No volvió. Antes de irme me acerque a la mesa y abrí el libro en el capítulo que estaba marcado. CERDO, decía.

Hay pensamientos y pensadores. Los primeros vuelan porque los otros les dan alas.

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