No hay casualidad sino destino repetía una y otra vez. Debute escuchando esa frase un día de marzo, de esos que no se deciden a dejar de ser verano aunque el almanaque los acomode de prepo.
En el tren, al lado de la ventana, mirando como esa nada que es la vida de los otros pasa acompasada al ritmo de los durmientes. Permiso, me corro, pasá, no es nada, no hay problema…así construimos un dialogo que muto en las mas variadas formas y temas, durante un rato que pareció estirarse estación tras estación.
Estación Victoria, me dijo, hasta acá llego. Casualidad, conteste sonriendo, yo también. Viste, viste…no hay casualidad sino destino; me dijo imitando un tono solemne. Sonreímos, los ojos le brillaban repitiendo el sol mil veces. Parece que es así nomás…acepte.
Bajamos en Victoria, caminamos afuera de la estación. Voy a la derecha, un par de cuadras, vos? También, también, pero un poco mas lejos le explique. Hicimos una pausa. Ya se…ya se…comente, hay destino!! Y nos reímos otra vez.
Recorrimos la calle del costado de la estación y la deje en la puerta de la empresa. Cambiamos teléfonos, direcciones y promesas.
Seguí hasta la esquina, doble a la izquierda y apure el paso; 10.45 decía mi reloj. Con el teléfono en la mano y esquivando autos llamé. Ramirez… como le va? Estoy un poco demorado sabe?, puede creer que me baje del tren una estación antes?
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