Había una vez un hombre que buscaba la mejor historia para
escribir sobre ella.
Se reunió con Presidentes, con Embajadores, Magos y Actores
Se entrevisto con payasos, periodistas, prostitutas y
guionistas.
Recorrió el sur de África, Italia, Grecia, España y vivió en
Londres.
Visitó Nueva York, Las Vegas, Los Angeles y San Francisco.
Trabajó en Washington y en Nueva Orleans.
EL hombre seguía buscando esa historia, la que sería la mejor historia.
EL hombre seguía buscando esa historia, la que sería la mejor historia.
Conoció Egipto, recorrió el Nilo, visito las tumbas y los
templos, compartió el arte, aprendió el idioma y se convirtió al Islam.
Lo invitaron a la NASA, participó en las Naciones Unidas y
fue embajador de UNICEF.
Al cabo de 20 años de buscar la historia, recorrer el mundo,
tener las más variadas experiencias y vivir lo que muy pocos habían vivido
decidió que simplemente había fracasado. Todo lo que había hecho, todos los
lugares que había conocido, la gente con la que había compartido, los momentos
que había experimentado no le habían dado esa “historia”, la mejor historia.
Por primera vez en 20 años de búsqueda se quedo quieto. Vio entonces
lo que nunca había podido ver. Detrás suyo, extenuadas por el recorrido,
cansadas por el esfuerzo, desgastadas por la velocidad de sus pasos, había una
larga fila de historias que buscaban alcanzarlo.
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