Año 95, Sudáfrica, KwaZulu-Natal.
El apartheid ha muerto aunque muchos no se hayan enterado. La tensión se puede tocar con la piel al aire libre… Ahora somos todos iguales aunque hasta hace un par de años éramos tan distintos.
De todas formas los que ahora son iguales a los otros no lo son tanto. Se les nota mucho en la ropa, en sus trabajos, en sus casas de chapa y madera pero se les nota aun mas en la cara, en la piel, en los cuerpos y sobretodo en la mirada.
Jane y Zack, nuestros amigos Sudafricanos, nos cuentan en su casa de Ballito a unos cuantos kilómetros de Durban, lo que todos ya sabemos. Esos otros son vagos, son torpes, son limitados…y entonces hay que tenerles paciencia, ayudarlos con lo que se pueda y enseñarles a dar la pata y mantenerse callados. Jane y Zack son geniales, amables, muy buenos realmente, incapaces de hacer daño a algo o alguien pero también aprendieron que la gente es como ellos, como nosotros y los otros…
Hay dos jardineros que recortan el césped de un verde tan increíble que podría ser sospechoso de algún delito. Los dos recortan 500 metros cuadrados con las mismas tijeras que mi abuela usaba para cortar el hilo del carrete interno de la máquina de coser Singer a pedal. Una tijera de mano para cortar las imperfecciones del césped. Los miro trabajar un rato porque estoy esperando que me sorprendan y con una pinza de depilar saquen las malezas que molestan. No ocurre nada nuevo, siguen cortando. El más joven de los dos me pregunta de dónde somos. Argentina, respondo. Me confiesa que el año pasado estuvo llorando frente al televisor, lo cuenta con un sentimiento tan profundo que tengo miedo de que se corte un dedo o que, peor aún, recorte desparejo el césped.
- No pueden hacerle eso a Maradona – dice.
Le doy la razón. Una desgracia para nosotros, para nuestro equipo le digo.
Deja de cortar. EL hombre mayor, que debe ser su padre, lo mira desaprobando y sigue con la tijera de mano, tic,tic,tic.
- No fue justo… se robaron la ilusión. – agrega
Lo miro y pienso ¿La ilusión de quien? ¿Nuestra, Argentina, de salir campeones? Y le pregunto.
- ¡Nuestra ilusión!... ¡Mi ilusión!... – el padre deja de cortar y se lo nota molesto, el hijo no solo no recorta el césped, tic,tic,tic sino que ahora habla en voz alta- la ilusión de que somos todos iguales.
Otra vez me quedo pensando. Pero mientras tanto le pediría prestada la tijera para cortar el pasto de ese parque enorme, tic,tic,tic, para que el padre deje de mirarlo amenazante y no sentirme culpable.
- Precisamente… Maradona es distinto… - Fue lo único que se me ocurrió decir como para dar una respuesta.
El muchacho volvió a inclinarse, arrodillado como estaba, y siguió tic,tic,tic emprolijando al milímetro el pasto más verde que vi jamás. En silencio lo seguí observando. ¿Se habría molestado? ¿La mirada del padre lo habría intimidado?
- Maradona es distinto y por eso hace que todos seamos iguales…- Me dijo y se paro. Era bastante más bajo de lo que parecía arrodillado en el suelo cortando los vellos verdes de ese parque.
EL padre se paro también. Ya no se escuchaba ningún tic,tic,tic- ¿Es que no lo comprenden?
Lo miré y no supe que decir. Verdaderamente no lo entendía. Mire a todos lados y no había nadie que pudiera ayudarme, explicarme, pensar conmigo. Solamente me encontré con la mirada del más viejo de los jardineros que seguís fija y dura como antes. La verdad no me lo imagino al Diego en cuclillas cortando el pasto con la tijera de mi abuela, ni pedaleando en la Singer. No sé si decírselo, no sé cómo puede tomarlo. “Sucede que no somos todos iguales”, me parece que merece una respuesta y entonces ensayo la que supongo más lógica.
- Mira…creo que no es así porque sucede que no todos somos iguales realmente… el, el… es diferente…
Otra vez la misma cara y ahora el padre que se acerca. Sería bueno que el muchacho se pusiera a cortar el pasto, podría pedirle la tijera yo y seguir arrodillado de cara al suelo tic,tic,tic mientras el piensa lo que le dije. No quiero tener problemas con Jane ni con Zack que son tan queribles.
- Maradona aprendió a jugar en una cancha de tierra, con una pelota rota, su casa se llovía con la lluvia y hervía con el sol, su ropa era poca, fea, pobre y rota… - me sorprendió interviniendo el padre en la conversación, cuando creí que iba a pedirme que desapareciera- No tenia futuro, no tenía nada, como nosotros…
Lo mire a los ojos porque desde ahí me hablaba.
- Maradona, si no pateara una pelota, - continuo - podría estar hoy con esta misma tijera, acá, cortando el césped más verde que ha visto, tic,tic,tic y todo tendría sentido… porque somos iguales… Nadie ha sido tan igual siendo tan distinto.
El apartheid ha muerto aunque muchos no se hayan enterado. La tensión se puede tocar con la piel al aire libre… Ahora somos todos iguales aunque hasta hace un par de años éramos tan distintos.
De todas formas los que ahora son iguales a los otros no lo son tanto. Se les nota mucho en la ropa, en sus trabajos, en sus casas de chapa y madera pero se les nota aun mas en la cara, en la piel, en los cuerpos y sobretodo en la mirada.
Jane y Zack, nuestros amigos Sudafricanos, nos cuentan en su casa de Ballito a unos cuantos kilómetros de Durban, lo que todos ya sabemos. Esos otros son vagos, son torpes, son limitados…y entonces hay que tenerles paciencia, ayudarlos con lo que se pueda y enseñarles a dar la pata y mantenerse callados. Jane y Zack son geniales, amables, muy buenos realmente, incapaces de hacer daño a algo o alguien pero también aprendieron que la gente es como ellos, como nosotros y los otros…
Hay dos jardineros que recortan el césped de un verde tan increíble que podría ser sospechoso de algún delito. Los dos recortan 500 metros cuadrados con las mismas tijeras que mi abuela usaba para cortar el hilo del carrete interno de la máquina de coser Singer a pedal. Una tijera de mano para cortar las imperfecciones del césped. Los miro trabajar un rato porque estoy esperando que me sorprendan y con una pinza de depilar saquen las malezas que molestan. No ocurre nada nuevo, siguen cortando. El más joven de los dos me pregunta de dónde somos. Argentina, respondo. Me confiesa que el año pasado estuvo llorando frente al televisor, lo cuenta con un sentimiento tan profundo que tengo miedo de que se corte un dedo o que, peor aún, recorte desparejo el césped.
- No pueden hacerle eso a Maradona – dice.
Le doy la razón. Una desgracia para nosotros, para nuestro equipo le digo.
Deja de cortar. EL hombre mayor, que debe ser su padre, lo mira desaprobando y sigue con la tijera de mano, tic,tic,tic.
- No fue justo… se robaron la ilusión. – agrega
Lo miro y pienso ¿La ilusión de quien? ¿Nuestra, Argentina, de salir campeones? Y le pregunto.
- ¡Nuestra ilusión!... ¡Mi ilusión!... – el padre deja de cortar y se lo nota molesto, el hijo no solo no recorta el césped, tic,tic,tic sino que ahora habla en voz alta- la ilusión de que somos todos iguales.
Otra vez me quedo pensando. Pero mientras tanto le pediría prestada la tijera para cortar el pasto de ese parque enorme, tic,tic,tic, para que el padre deje de mirarlo amenazante y no sentirme culpable.
- Precisamente… Maradona es distinto… - Fue lo único que se me ocurrió decir como para dar una respuesta.
El muchacho volvió a inclinarse, arrodillado como estaba, y siguió tic,tic,tic emprolijando al milímetro el pasto más verde que vi jamás. En silencio lo seguí observando. ¿Se habría molestado? ¿La mirada del padre lo habría intimidado?
- Maradona es distinto y por eso hace que todos seamos iguales…- Me dijo y se paro. Era bastante más bajo de lo que parecía arrodillado en el suelo cortando los vellos verdes de ese parque.
EL padre se paro también. Ya no se escuchaba ningún tic,tic,tic- ¿Es que no lo comprenden?
Lo miré y no supe que decir. Verdaderamente no lo entendía. Mire a todos lados y no había nadie que pudiera ayudarme, explicarme, pensar conmigo. Solamente me encontré con la mirada del más viejo de los jardineros que seguís fija y dura como antes. La verdad no me lo imagino al Diego en cuclillas cortando el pasto con la tijera de mi abuela, ni pedaleando en la Singer. No sé si decírselo, no sé cómo puede tomarlo. “Sucede que no somos todos iguales”, me parece que merece una respuesta y entonces ensayo la que supongo más lógica.
- Mira…creo que no es así porque sucede que no todos somos iguales realmente… el, el… es diferente…
Otra vez la misma cara y ahora el padre que se acerca. Sería bueno que el muchacho se pusiera a cortar el pasto, podría pedirle la tijera yo y seguir arrodillado de cara al suelo tic,tic,tic mientras el piensa lo que le dije. No quiero tener problemas con Jane ni con Zack que son tan queribles.
- Maradona aprendió a jugar en una cancha de tierra, con una pelota rota, su casa se llovía con la lluvia y hervía con el sol, su ropa era poca, fea, pobre y rota… - me sorprendió interviniendo el padre en la conversación, cuando creí que iba a pedirme que desapareciera- No tenia futuro, no tenía nada, como nosotros…
Lo mire a los ojos porque desde ahí me hablaba.
- Maradona, si no pateara una pelota, - continuo - podría estar hoy con esta misma tijera, acá, cortando el césped más verde que ha visto, tic,tic,tic y todo tendría sentido… porque somos iguales… Nadie ha sido tan igual siendo tan distinto.
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