viernes, 27 de febrero de 2009

Mujeres

Siempre tuvo la fantasía de que cuando saltaba del barco la podíamos abandonar. Era absurdo porque no teníamos una razón para hacerlo y no creo que hubiéramos podido convencer al marinero.

Ahora cuando paso por ese lugar, camino a la isla, recuerdo la anécdota con una sonrisa.
El viaje siempre es el mismo, salimos temprano desde la playa para dar vuelta la península, pasar por el frente de la ciudad y sus casas, brotando de las laderas verdes de las montañas. Desde ahí nos internamos mar adentro, serpenteando entre algunos islotes en el mar turquesa, para llegar a la isla un rato mas tarde.
El sol siempre invita a saltar.
Sabias que la ultima vez que se lanzó al agua nos fuimos? Ella sonríe sin creerme.
Le sostengo la mirada y entonces su cara se pone más rígida, sus rasgos cambian, sus músculos se tensan porque ahora ya no sabe. Estoy mintiendo?
Vas a saltar? Mi pregunta llega en un mal momento y la pongo en un aprieto. No tenías calor? Eso dijiste recién. Insisto. Me mira buscando que desista en mi propuesta pero no hay posibilidades de que cambie de opinión. Sonrío y me doy vuelta dejándola con sus pensamientos.

Ella también tuvo siempre la fantasía de que cuando saltaba del barco la podíamos abandonar. Era absurdo porque no teníamos una razón para hacerlo y no creo que hubiéramos podido convencer al marinero. O… sí?

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