Tikal Air me puso en camino, me subió a uno de sus aviones, que eran piezas de museo, para llevarme desde la Ciudad de Guatemala a Flores. Cada vez que cuento la historia hay dos anecdotas que a los pocos que me prestan su atención les causan gracia.
La primera es que los tickets de abordo nos los dieron en la puerta misma de la sala de embarque, eran azules y estaban cuidadosamente plastificados para durar mas allá de lo imaginable y nos los retiraron exactamente 10 pasos después, cuando salimos a la pista para caminar hacia el avión.
La segunda es que ya en vuelo nos ofrecieron un refrigerio que consistía en jugo de naranja, que la voluminosa azafata servía personalmente desde...un bidón de mano.
Contra todo pronostico llegamos a la ciudad desde donde todos aconsejan visitar Tikal, Flores. Una pequeño poblado apenas atravesado por un río que comparte su cauce con el agua y el mal olor. Pocas luces en la noche, gente muy amable y el desconcierto de uno que no sabe bien donde esta pero tiene claro a donde quiere llegar.
Cuando la mañana se impuso el camino a Tikal empezó a poblarse de turistas y viajeros que queríamos conocer la ciudad maya con las pirámides mas altas. Tikal es diferente, bastante, a todas las otras ruinas mayas que conozco fundamentalmente porque pertenece a un período bastante antiguo, porque hay diferencia entre sus estructuras (la altura es una de ellas) y porque se supone que su cometido era básicamente ceremonial. Así las cosas tomamos una de las combis que hacen el recorrido por los intrincados y polvorientos caminos subiendo pasajeros hasta que su capacidad lo permita y llevándolos por una suma que incluye el regreso sin importar la hora ni el chofer que a uno le toque. Lo que también me recuerda una tercer anécdota que hace brotar sonrisas y reflexiones de quienes llegan a escucharla. Tuvimos un día completo de caminar, trepar, subir, transpirar y bajar por el cuerpo mismo de Tikal y decidimos volvernos en la ultima combi que dejaba el parque porque como ya explique todo se resumía a subirse al primer vehículo que tuviera lugar pero cada vez nos retrasábamos mas en la partida, un grupo de alemanes demandaba en perfecto ingles volverse con la misma persona que los había traído y no encontrábamos forma de hacerles entender que las cosas en Tikal, en Guatemala y en nuestras cabezas no funcionaban de esa manera... tenían que irse con nosotros, con el último vehículo...o quedarse en el parque esperando...nada. Cuando por fin pudieron comprender que seguir insistiendo implicaba pasar la noche en la selva accedieron a subir a la combi.
Las anécdotas me hicieron desviar de la imagen que quería ilustrar.
El templo 4, el océano verde inmenso, el horizonte que no acaba...Tikal fascinante como hace 1500 años.
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