sábado, 23 de abril de 2011

14°33´20" N 90°43´54" O



Tres volcanes, Agua, Tierra y Fuego. Tres elementos conjurados para enmarcar una ciudad tan exquisita. Una inevitable conjunción de razones que como tantas otras cosas que sabemos que pueden matarnos no podemos abandonar…porque inexplicablemente nos mantienen vivos. La historia comienza en un tiempo lejano donde los mapas de America ya casi no tienen mas secretos y los españoles se preocupan nada mas que en fundar pueblos, ciudades, comarcas.

Así pasó en Guatemala también. Un hidalgo funda una ciudad que será la Capital primera de Guatemala, enamorado con el paisaje, los ríos y el clima, su pasión no durará demasiado porque aún después de muerto verá como una y otra vez la desgracia se ensaña con su ciudad. Las tormentas, el terremoto, las lluvias y el lodo se suceden en tan corto plazo que la ciudad primera, el sueño de ese hombre desaparecen y las voluntades que aun quedan, inevitablemente dispuestas a dejarlo todo por el mismo amor que los hizo llegar allí deciden cambiar de

sitio su poblado. Así, un poco mas allá nace la Ciudad que hoy nos atrapa. Antigua Guatemala. Tantas iglesias, que llevarían un año recorrerlas de a un rosario por vez. Calles empedradas, entre las postales de las montañas. Las casas antiguas, en perfecto estado, mantenidas, restauradas, los patios españoles, las fuentes y la gente. En el camino a ningún lado, recorriendo Antigua solo por el placer que entrega uno llega indefectiblemente, llevado por las fotos, los rumores, las historias y el empedrado empecinado al Arco de Santa Catalina. Un hermoso arco amarillo furioso que cruza una de las calles de lado a lado, de edificio a edificio. Ir y venir por debajo, encontrarle las diferentes caras que la luz le maquilla es una de las atracciones mas entretenidas que puedna encontrarse.

Hay una plaza, perfectamente colonial, perfectamente cuadrada, estratégicamente ubicada en el centro de todo. A la distancia de un brazo la Catedral de San José, cuatro dedos mas

allá el Palacio de los Capitanes, a dos brazos, enfrentados ,el Museo de Santiago de los Caballeros y apenas a un pulgar ,del otro costado, el Portal de las Panaderas. En esa plaza, la mayor, encontré la forma más perfecta de viajar en el tiempo. Uno debe buscar el espacio mejor ubicado, preferiblemente con el sol entrando de costado, apenas pasado el mediodía. Ubicar uno de los bancos de madera que casi nunca están vacíos, enfrentar en lo posible la fuente que lleva escrito el destino del viaje “1573” y sentarse allí; abrir los ojos y esperar…mirando la gente pasar, los edificios crecer y el cielo dejarse estar, a que el tiempo ponga reversa.

34°11´17" S 22°09´56" E

Ya me había ido una vez sin hacerlo y me prometí que no pasaría de nuevo. Entonces como hay promesas que uno debe cumplir, especialmente las que se hace a uno mismo me levante a las 6 de la mañana para que vinieran a buscarme y me llevaran al puerto de Mossel Bay. Había regresado a Sudáfrica y tenía que bucear con Tiburones Blancos. No hay muchos lugares del mundo en donde encontrarlos, tan solo dos o tres y Sudáfrica es uno de ellos. Así es que en el puerto, a un par de horas de Ciudad del Cabo esperamos por la partida de nuestro barco. Salimos temprano para encontrarnos con un mar tranquilo, anduvimos en el barco un kilómetro y medio mar adentro, paralelo a la costa hasta que el capitán estimo que estábamos en el sitio correcto y ancló. El mar era de un verde azulado profundo con grandes ondas que no lograban romper sino mucho mas allá de donde estábamos nosotros. Nos pusimos los trajes de neoprene (el agua en esta parte del mundo siempre es bastante fría) y ,mientras nos vestíamos el resto de la tripulación se dedicaba a poner en el agua la jaula de gruesos barrotes de acero en donde bajaríamos al mar y otros dos se dedicaban a llamar a los tiburones con trozos de pescado, partes de pollo y sangre. El barco era bastante moderno, con buen espacio para las 8 personas que ibamos en el, una gran cubierta que después se revelaría como el mejor lugar para intentar sobreponernos al mareo. Cuando estuvimos listos solo quedo esperar, el tiempo fue pasando y según el capitán siempre es así, muchas veces hasta una hora después de anclar llegan los tiburones a la cita. Estábamos conversando en voz baja como si intuyéramos que nuestras palabras pudieran ahuyentarlos y uno de los marineros alzo la voz y señalando el agua nos hizo ver una de las criaturas mas hermosas del mar. Acercándose, casi reptando a buena velocidad, venía hacia el barco un tiburón del tamaño de un auto pequeño. Sin aliento un minuto después cuando preguntaron quienes irían primero nos pusimos las mascaras y nos acercamos a la jaula que esta atada al costado del barco. Tiene unos dos metros de altura con un barral transversal y una puerta que la cierra., unos 30 centímetros quedan fuera del agua y el resto sumergido, uno se introduce en la jaula y flota tomado de la barra transversal con la cabeza fuera del agua, cuando decide sumergirse se hunde y se sostiene bajo el agua con los brazos haciendo fuerza en la misma barra. Parece complicado pero es muy simple mas allá de que ante semejante espectáculo uno no repare en detalles. Nos sumergimos y lo vimo

s venir hacia nosotros, hermoso, estilizado, gris azulado, ojos redondos y un tamaño que impactaba. Se acercaba y de un solo coletazo nos dejaba de lado para volver una y otra vez sobre el cebo que flotaba atado de una soga y desde cubierta le movían para atraerlo sin dejar que lo muerda. Al cabo de un rato se sumo otro tiburón, quizás mas pequeño pero siempre con un tamaño superior al que uno imagina si no los conoce. Golpearon la jaula, la chocaron, intentaron tomar el cebo una y otra vez, abriendo sus bocas enormes, sacudiendo sus dientes tan filosos como cuchillas. La danza particular que nos ofrecieron duro tanto como pudimos soportarla nosotros, las olas cada vez mas altas ya habian dejado muy pocos participantes del viaje en condiciones de seguir disfrutando asi que el capitán no tuvo otra opción que devolvernos al puerto y a la quietud de la tierra.

Cumplí conmigo y mi promesa. Conocí de cerca una criatura fascinante. Que mas puede pedirse? Una segunda vez? Claro…porque no?

viernes, 15 de abril de 2011

24°33´38" N 81°48´51" O

Key West puede tener tantas caras como uno quiera encontrarle. El secreto está en que tantas cosas confluyen allí que es difícil definirlo entonces tenemos un problema…un hermoso problema por resolver. Quizás lo mejor sea entender que lo que busquemos será exactamente lo que encontremos en una combinación rara de un ambiente tan norteamericano y al mismo tiempo su espíritu despreocupado pretendiendo parecerse al caribe que tiene tan cerca. La ciudad de los atardeceres mas famosos, el punto continental mas próximo a Cuba, el lugar elegido para la parranda, el paraíso de los puros, el punto de reunión de los amantes de las motos, el refugio de los desterrados, paraíso de pescaderos, meca de la juventud norteamericana, refugio de playa y tantas otras cosas más…nómbrelas, imagínelas, acá se podrán encontrar…o hacer realidad.

La ultima vez que estuve por allí entre a la ciudad por un camino distinto, en vez de ir directamente al centro, a la calle Duval, pasamos por el camino que se abre a las playas y el aeropuerto. Se va bordeando la costa hasta llegar a una franja de arena blanca que se separa de la calle por una consistente línea de palmeras y un pequeño muro bajo. La playa tiene su encanto y otra vez invita el mar. El agua es tibia, como siempre, y con un movimiento tan inexpresivo que parece no haberse convencido de que es parte de ese océano tan vasto. El plan es bueno porque no hay demasiada gente y la infraestructura es óptima. Baños, duchas y lugares donde practicar deportes. Una breve parada, un descanso y la seguridad de que el día aún no terminó y nos quedan muchas caras por ver. Se hace tarde y no queremos perdernos uno de los famosos atardeceres de Key West así es que allá vamos, rápidamente dejamos la playa y vamos a Duval St, la calle de más “acción” en la ciudad. Pero antes no podemos obviar la foto en el famoso “punto continental más próximo a Cuba” el monolito esta ahí apenas separado del mar por una pequeña vereda y confinado al lugar que le dejaron cuando la ciudad fue creciendo, un espacio no demasiado importante para un hito tan mencionado en el turismo local; sin embargo esas son las condiciones y nosotros, como todos los que pasan por allí, no podemos dejar de asomarnos, acercarnos y posar para la posteridad digital. Los alrededores de este punto como la mayoría de la parte historica de la ciudad son encantadoras por la vegetación y las casas de estilo. Un estilo similar al del French Quarter de Nueva Orleáns, enrejados elaborados, puertas altas, ventanas grandes y luminosas, plantas y mas plantas, maderas prolijamente pintadas y detalles por el estilo. Caminando al oeste llegamos al lugar elegido esta vez. El Bar que se levanta en la marina cuando Duval St hace un quiebre final para caerse al mar. Un hermoso muelle que se interna en el mar con un bar circular en su extremo izquierdo, mesas repartidas sobre el fondo y una barra con banquetas que se apoyan sobre las maderas que apenas nos separan del agua. Al fondo se esta cayendo el sol y los colores se enfurecen. El rojo, el naranja, van matando el amarillo con paciencia e implacabilidad. Las fotos de rigor, la cerveza para esperar que todo acabe y la noche empiece.

24°55´24" N 80°37´41" O

US1 al sur. Bajando por esa ruta que tanto me gusta. Siguiendo el recorrido serpenteante de esa lengua gris flotante. Se empecinan de la mano de la ingeniería en unir como en un bordado exótico los pequeños cayos. Islotes, pequeños, apenas vivos pretenden haber sido como dados arrojados al azar que emergen de ese Atlántico siempre verde.

La ruta es exquisita en sí misma, puede ser el entorno, puede deberse al sentido extraño de circular sobre el mar. La verdad es que no puedo hacerme una idea apropiada, razonable, que medida y calculada me dé una respuesta concreta…simplemente no puedo evitar esa sensación de liberación cuando la recorro. La salida desde Miami, y los primeros kilometros del paseo, siempre son un poco decepcionante para el que no conoce; porque las promesas para lo que viene son tantas que la montaña de cemento, negocios feos y autos puede hacer que el desprevenido desista. Fuerza!! Vamos…como siempre lo mejor esta por venir.

En mi caso, recomendaría que intentaran lo mismo, el paseo siempre empieza con un objetivo planteado: Key West. Pero…a veces…no es posible llegar; sin embargo no importa dejar a Key West sin la visita prometida (no porque no este a la altura de la expectativa), el paseo es una recompensa en si mismo.

El camino tiene la característica de ser el único y eso lo hace tan especial. Los autos vamos todos a un mismo ritmo, a una misma velocidad, sin mucho espacio para pasarnos, para apurarnos de más. Eso mismo hace que no queden alternativas. Hay que mirar, observar, detenerse, asombrarse y compartir.

Los cayos se suceden uno tras otros con intervalos de mar perfectamente definidos: Key Largo, Islamorada, Maratón, Lower Keys y Key West. Cada uno es especial en su estilo pero el verdadero protagonista es el mar. Personalmente destaco dos. Islamorada y Key West. Hay muchas opciones para hacer un pequeño intervalo en el viaje y entrar en comunión perfecta con el atlántico. A mi entender las mejores opciones tienen que ver con que se quiere hacer y cuanto tiempo se tiene.

Cuando la idea es relajarse, comer algo y pasar el día la opción más tentadora es Pelican Cove Resort. Un pequeño resort de frente al mar con piscina, palmeras, restaurante y bar haciendo su parte en el sueño caribeño de este destino que no es pero quiere ser. El lugar esta bastante bien desarrollado y se puede acceder para alojarse o solamente para pasar un rato.

Si la que se busca es un buen lugar, natural, placentero y diferente donde pasar un buen rato haciendo algo…o nada; la alternativa es Anne´s Beach. Este lugar es una playa pública con un pequeño estacionamiento gratuito. Allí podemos dejar el auto un buen rato, bajar al mar increíblemente tibio, internarnos en el agua sin que nos supere nunca más allá de la cintura, en un escenario rodeado de manglares. En esta misma playa es posible caminar por pasarelas de madera que recorren la costa entre la vegetación y los mangles para aprovechar aún más la parada y el tiempo. Vale la pena estirarse en el recorrido, agregar un trayecto que seguramente tendrá recompensa…El viaje sigue… o nó.

9°45´56" N 75°38´58" O

Cuando llegamos a este destino intermedio que nos tocaba en suerte en este viaje, caí en la cuenta de que los hechos (y los nombres) no son casualidades. Estabamos entrando despacio por una calle de tierra seca, enmarcada por pequeñas casas a medio terminar que eran al mismo tiempo muestrarios activos de materiales de construcción. Vagamente combinados, sabiamente rescatados de la desaparición absoluta a la que seguramente habrían sido condenados si los dueños de estas casas pudieran elegir. La calle era un trazado de tierra que despues se convertía en arena. Doblando a la derecha las casas seguían presentes, tapando con sus paredes de revoques, azulejos y ceramicos lo que se suponía debía estar detrás; el mar.
Ya no había dudas, si alguien alguna vez había intentado planificar este pueblo, seguramente había muerto antes de poder apoyar el lápiz en el papel y marcarlo con una idea.
Me quedó claro que estabamos en "Rincón". De que otra forma podía llamarse un lugar como este? Final, Perdido, Punto, Nada ?...o...Rincón. Una bahía amplia pero no demasiado grande, un par de riachos descendiendo del infinito, el sol empecinado en calcinarlo todo, el mar atento, cristalino, apenas moviendose, intentando no desentonar en la quietud total de la postal.

Esperamos un rato, que aprovechamos para saltar al mar desde un pequeño embarcadero, el agua cálida invitaba a quedarse para siempre. Tímidos o asombrados unos chicos del lugar nos miraban desde la arena. Estuvimos así, entre zambullidas y clavados hasta que llegó la lancha que nos iba a transportar a la isla. Se presentó rapidamente en una carrera franca desde el horizonte hasta el mismo muelle que nosotros usabamos de trampolín. De pronto aparecieron de las sombras, pero no las siniestras sino esas que los mantenian frescos, un par de lugareños con sus remeras del hotel identificandolos, para encargarse de poner todo el equipaje dentro de la lancha. 8 o 9 metros de largo, un par de motores, asientos de madera, lona como techo, casco de fibra y un piloto cansado de hacer el trayecto mil veces. Para mi no fue sorpresa, era lo que esperaba a fuerza de haber recorrido mares, islas, bahias, playas y recovecos de agua salada en un montón de lugares en todo tipo de artilugio flotante (y no tanto); sin embargo reconozcamos que para muchas de las caras que me acompañaban era dificil ocultar la sorpresa mezclada con una decepcion contenida.
El mar estaba movido, encrespado diría, como a esa hora siempre se le dá por ponerse. Parece que el viento que se levanta por la tarde no le cae bien y el humor se le pierde. Así que combinamos velocidad y olas para que se hicieran posibles las caras de susto que se exhibian.
20 minutos o una vida para algunos. LLegamos? Si, ahí esta la Isla...Isla Palma.