InspirARTE
1 Cecilia Testa
2 Graciela Ramos
MI OTRA PASIÒN
Los miro, me miran, nos miramos. Lo nuestro es único, es
etéreo, es para siempre. Ellos, los tomates, sangrientos, los pimientos,
soleados.
Cada día despierto pensándolos. Salgo embutida en mi
camisón, voy derecho, sin interrupciones. Sé que ellas y ellos me están
esperando. Es magia, pura. ¿Puedo sentir lo que siento por un tomate? Claro que
sí. Él sabe de lo nuestro, sabe que ocupa un espacio en mi vida. Sabe que luego
de un tiempo, cuando esté listo, nos convertimos en uno, para siempre. Y es la rúcula, y es la berenjena, y los morrones, y los
zapallitos y es una fiesta amorosa.
Juntos en mi mesa nos miramos por última vez antes de concretar
nuestro amor definitivo y para siempre, ser uno.
La huerta, lugar lleno de vida, de amor, de colores, de
sabores. Espacio de aromas, de sensaciones, de emociones. Felicidad.
La huerta es mi otra pasión. Creo que la pasión y el amor
van de la mano. Y si puedo sentir la misma intensidad en mi corazón, en mi
cuerpo, en mi vida, solo habitándola, no tiene precio para mí.
Nuestra historia comenzó hace mucho tiempo. ¿En esta vida?
No lo sé, será, tal vez… No importa si lo que sucede es presente. Con la mirada
cansina, los pies henchidos, y el cerebro gastado llegaba cada día. Hasta que
mágicamente la semilla llegó a mis manos. Y así empezamos. Ella comenzó a
mostrarme el ciclo de la vida, del amor. Y luego se convirtió tallo, y luego
una hoja y una flor, y el fruto. Y pude ver la vida en cada uno de sus
momentos. Y pude verme. Y luego siguió
otra semilla y otra y otra…
La berenjena, con su flor lila, su hoja verde gordita. Me
enseñó sobre sobre la vida, sobre la alimentación, sobre la belleza, sobre
todo, y, lo más importante, sobre transformación.
El proceso de la transformación y de la aceptación y de la
culminación. Todo comienza, camina, transcurre, vive, ama, olvida, llora,
sufre, es feliz, y muchas cosas más y un día, termina. Y es así. Punto.
Y entonces no pude dejar de sentir, de compartir todas estas
sensaciones con mi huerta. Les parecerá una locura, ¿una obsesión tal vez? No,
no, es una pasión. Porque me impulsa. Me anima. Me imagino que si tuviera que
escribir un diálogo sería algo como esto:
-¿Cómo
pasaron la noche? –pregunto.
-¿Cómo
crees, si hace dos días que venis a alimentarte de todos nosotros, y te
olvidaste de regarnos? Te dijeron que sin agua no vivimos…
-¡No,
perdón, es que estuve con mil cosas… Estoy terminando la novela.
-¡Y a
mí qué carajo me importa tu novela! –dijo el pimiento medio chamuscado-. ¡Sos
egoísta! Ojalá pudiera salir de acá y llegar a tomar un
poco de agua, pero, dependemos de vos.
Me
sentí mal, muy mal. Las relaciones no son así.
Y pensé, en todos ellos, allí, inmóviles, su vida. Los regué, mucho, con
amor.
Esta es mi otra pasión, creo que toda pasión es lo que te
impulsa, te enamora, te anima. También creo que hay que alimentarla. Y, como
soy una exagerada, de esta hermosa pasión que es mi huerta, hice una historia
de amor.
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