Detenidamente podía observarse que esos árboles no estaban bien. Si uno se paraba con la suficiente perspectiva podía darse cuenta de que los troncos se tocaban, se buscaban, y si uno cambiaba un poco el ángulo de la mirada y se recostaba sobre el piso podía entonces notar como los troncos se anudaban, se atrapaban unos a otros, casi obscenamente.
Sin embargo vistos desde la ventana del piso 8, que era desde el lugar donde yo miraba habitualmente, los árboles parecían no tener nada especial, eran simples, intrascendentes, solitarios. Claro…eso era precisamente, solitarios, independientes a su pesar, indefectiblemente uno y otro.
Cuando llego Matías lo lleve directamente a la ventana y le mostré los árboles. Ves? Fijate en los troncos, te das cuenta? No? Como “no”? fijate bien, ves que se curvan…ahí….ves, ahí. Bueno ahora vamos hasta abajo y te muestro como se ve desde allá.
Matías me miró y entendí que cuestionaba mi cordura. Se sentó en la mesa y amago con servirse un mate. Lo interrumpí. Que, no me vas a acompañar abajo? Dale, vení que te muestro!. Me miró de nuevo. Negro…estás loco? Son dos árboles, ya los ví. Estas contento? Ahora dejame de joder un rato. Vení, sentate y contame que pasó con María.
Me senté como me pidió y lo escuche monologar sobre el futuro, las mujeres, el clima, el calentamiento global, los autos convertibles y la pizza a la parrilla.
Matías hablaba y explicaba las razones por las cuales uno debe estar atento a no se que cosas que plantean las mujeres y me explicaba, con ganas, porque
la pizza a la parrilla no se debe dar vuelta cuando se cocina. Lo escuche un rato pero sin prestarle atención. Es que no podía entender como no estaba interesado en el tema de los árboles. Estaba ciego? No tenía capacidad de asombrarse? Había perdido el interés por las cosas únicas que presenta este mundo? Donde estaba su curiosidad y el compromiso con mi amistad?
Matías seguía y disertaba. Lo interrumpí. Matí –traté de sonar un poco mas amigable- vamos hasta abajo y te explico lo de los árboles? Dale…no me mires así…en serio te digo. Es un minuto, por el ascensor es un minuto, miras, te explico, subimos y me seguís contando…querés ?
No esperé que me insultara pero ese fue el resultado así que me quede callado de nuevo y seguí escuchando. Ahora el tema era como afectaba el sol a las mujeres que no usaban maquillaje y como actuaba en las que se pintaban como una puerta. Parece que la teoría médica defendía a las “puertas” pero la práctica estética las defenestraba. Y ya se sabe, la belleza no tiene precio aunque se vaya la vida en eso.
Y que pasó con María? Me preguntó.
Mi cabeza seguía en el tema de los árboles y la pregunta me tomo de sorpresa. Que? Que paso? Ahhhh…vos te referís a “que paso”…bueno, nada paso.
Matías me dejo seguir y cuando vio que el silencio era el único habitante de esa mesa, avanzo de nuevo. Pero como nada? Según ella se pudrió todo…
Y vos le crees a ella? Creeme a mí que soy tu amigo!! Le dije. Mati vamos abajo y te muestro…nos cruzamos al frente y vas a ver…te juro que es increíble. Continué.
Negro… dejame de hinchar las pelotas con los árboles. Tomaste algo antes que llegara? Estas bien? Te juro que me preocupa que estés así.
No tome nada…es que no se como explicarte…o sea…lo tenés que ver. Bajamos?
Matías no me contesto, ya no quería contestarme, empezó a tomar mate y a ignorarme; tratando seguramente de que yo no volviera a mencionarle el tema de los árboles.
El espacio entre los dos se iba haciendo cada vez mas tenso y no quedaban muchas excusas para no hablarnos. Le pase el azúcar como me pidió y me limite a decirle que yo los prefería amargos. No tuve respuesta.
Cuando había pasado mas de media hora de nuestras últimas palabras y ya no quedaba deporte digno para ver por televisión Matías anuncio que se iba, no se que tramite tenía que hacer y no se quien lo estaba esperando después. Asentí, le dije que dejara el mate y las demás cosas en la mesa que ya las acomodaba yo; no me gusta que nadie invada el perfecto orden de mi cocina.
Chau, Mati, nos vemos mañana entonces, le dije a modo de inicio de una despedida. Lo acompañe hasta el ascensor y antes de que pudiera apretar PB me colé con el. Bajo con vos, creo que me deje las llaves del auto puestas, expliqué.
Llegamos abajo y salimos juntos a la calle, lo deje pasar primero, porque no estaban abiertas las dos hojas de la puerta. El portero había echado agua en la vereda, como todas las tardes, inútilmente, como todos los días.
Chau, Negro, me dijo. Levante la mano y lo guié con el dedo índice hasta el punto exacto desde donde se apreciaban los dos árboles.
No miró mi dedo, solo empezó a mirarme con una mezcla de enojo y cansancio, enloqueció por un segundo y soltó una catarata de palabras inconexas e insultos sin sentido. Entendí que se había cansado y que era inútil seguir pidiéndole que me prestara su atención un rato más, al menos para el tema de los árboles.
Todavía agitado por la desenfrenada carrera de su lengua en contra de mi persona, casi jadeando, pero con una sonrisa que se podía adivinar escondida detrás de su cara en ese momento; lo despedí. Suerte, nos vemos, dale…! Agregué. Lo que había pasado en ese instante no había sucedido nunca, eso quise decir con mi actitud. Lo dejamos pasar.
Me saludo como siempre, le respondí como se debía. Salió caminando hacia la esquina. Me pareció que se había equivocado de dirección, el vive para el lado del bajo, sin embargo no dije nada. Hizo 10 o 15 metros y se volvió, pasó a mi lado y sonriéndose quiso evitar cualquier comentario. Ahora sí iba para su casa.
Después que lo perdí de vista volví a mirar los árboles de la discordia.
Flores!!, Flores, venga. Le muestro una cosa!. Ahí estaba el portero, sacando unas cajas a la calle. Flores se me acercó, se paró a mi lado y espero que le dijera que era lo que iba a mostrarle.
Con la mano lo fui guiando, lo hice agacharse, casi recostarse en el suelo, con la palma de la mano invertida le pedí que levantara la vista y con el índice y el pulgar le guié la vista hacia los árboles; tal como venia pidiéndole a Matías.
Que le parece Flores? Le pregunté. Se da cuenta?
El tipo me miró y volvió a observar los árboles. Los troncos, fíjese en los troncos. Agregué.
Flores se levanto despacio y se sacudió la tierra del pantalón a la altura de las rodillas, volvió hasta la puerta, entro y cerró.
Yo esperé a quien quisiera ver lo que yo veía pero no hubo caso. La esperé a María para mostrarle, seguramente ella me entendería. Ella no vino, nunca llegó.
Me levante despacio, pretendiendo que nadie me veía. Me acomodé la camisa, me enderecé el cinto, hice un ademán nervioso con la mano buscando peinarme y fuí hasta la puerta.
Flores…me… abre?,ehh… me deje la llave adentro.
Agosto 2008
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