El cielo parecia un telón acribillado a escopetazos y uno podía imaginarse atrás ,escondída, una luz blanca que porfiada se colaba por cada infimo agujero.
El silencio invadido por el viento rozando los yuyos,con sus cuerpos secos y ruidosos hablando en susurros completaba el escenario. Una pequeña muestra de la dignidad extrema con que la naturaleza puede representarse. Me bajé del auto porque no tenía otra alternativa, no había posibilidad de seguir viajando ni de creer que se podía ignorar la escena. Era casi una obligación, una muestra de respeto y de consideración. Me paré a un costado del camino y levanté la vista para observar con detenimiento las pinceladas blancas, difusas, esfumadas que paseaban entre tantas estrellas, que solo mirarlas impedía pensar en cualquier cosa distinta a infinito.
Seguí mirando porque no podía evitarlo, no podía irme, no sabía como hacerlo.
Estuve a punto de aplaudir pero sentí verguenza. Recorte un pedazo modesto y lo guarde conmigo, todavía lo tengo, por ahi... en mi memoria.
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