Afuera el clima fue cambiando. Haciendose mas diafano a medida que anochecia. El plan de navegacion era salir de Miami a las 9, navegar toda la noche para estar temprano en Bimini y comenzar 5 dias de buceo y paseo en las Bahamas. Asi fue como empezo todo segun lo calculado.A las 9 de la noche y despues de que la tripulacion se hubo asegurado de que estabamos todos y todo en su lugar salimos. La noche era profunda ya y a medida que nos alejabamos del puerto teniamos otra perspectiva de Miami, una diferente, desde el mar salpicado de innumerables luces azules, blancas, rojas, que delineaban el paisaje de fondo.
Un rato
despues de partir, no podria precisar cuanto porque entretenido con los
perfiles de la ciudad luminosa que se iban desapareciendo, el tiempo se
evaporó; comenzamos a sentir como el viento iba subiendo su intensidad. El mar se iba encrespando y los recuerdos de
la radio avisando de un huracán que estaba rondando volvieron a mi cabeza, no
parecía un día de huracán aunque debía aceptar que por la época del año era
totalmente factible. No quise preocuparme y seguí en cubierta distrayéndome con
la aventura de surcar el mar subiendo y bajando ondas saladas. Un rato después
ya había comenzado a llover, primero suavemente y después con un poco mas de
ganas. El aire seguía templado pero el agua que caía acercaba el frio. El viento
se había propuesto ser mas y mas fuerte por lo que las olas eran cada vez mas
altas. La noche ya estaba cerrada, las luces de la ciudad no se veían y eso
solo significaba que cualquier vuelta atrás era imposible. Navegábamos por un
verdadero océano, en un velero de poco mas de 20 metros de largo, acaballo de
las olas que se volvían cada vez mas rebeldes y en una noche totalmente oscura.
La luna nos había abandonado y ahí fue cuando sentí por primera vez una sensación conjugada de
soledad y abandono. Sin embargo esos mismos sentimientos hacían fluir la
adrenalina por lo que no sabemos que vendrá y la convicción de que el mundo es
verdaderamente tan grande como se siente.
Ahí estábamos entonces avanzando a través del
mar, desde Miami a Bimini, entrando sin remedio a una tormenta que de todas
formas se nos venia encima. Bajo cubierta en los camarotes las luces ponían un
poco de claridad al asunto y por mas que íbamos y veníamos de abajo arriba y de
arriba abajo el resultado siempre era el mismo; el movimiento del barco estaba
empezando a hacer su efecto en los animales de tierra que llevaba encima. En
cubierta a combinación de lluvia, viento y el spray que dejaban las olas al
chocar con la proa del barco convertía todo en la escena de una película. La tripulación
estaba totalmente concentrada y enfocada en la navegación, el capitán se había acomodado
detrás del timón y estaba firme ahí a pesar del agua que lo asaltaba de cuando
en cuando, en el palo mayor, arriba, un reflector enorme era la única luz visible
y marcaba el camino, mostrándonos la oscuridad del mar que venia, la altura de
las olas que se acercaban.No paso mucho tiempo para que estuviéramos cada
vez mas adentro de la tormenta, la radio del barco repetía que era la “cola” de
Lily, el huracán que se avecinaba y que si todo salía bien no llegaría a vérselas
con nosotros. Me acerque como pude al capitán, tomandome de sogas, cables y
partes del barco; pensando en no resbalarme y con el cuerpo inclinado hacia
adelante para vencer la gravedad del barco que subia las olas y el viento que
me empujaba, le pregunte a los gritos cuales eran los pasos a seguir, que nos
esperaba y como sería el resto de la noche. No me respondió, ni siquiera me
miró, seguía con la mirada fija en las porciones de horizonte que le daba el
reflector del palo mayor. Me quede un minuto esperando algún gesto pero no lo
hubo, entendí que no había tiempo para responder a mis preguntas en una situación
de esas, me estaba volviendo cuando el oficial que lo asistia se apiado de mi
necesidad de información y en ingles me dejo claro que seguramente ya estábamos
en lo peor de la tormenta y que pronto saldríamos de ella, no había posibilidad
de esquivarla solo podíamos atravesarla. Le pregunté si volveríamos a Miami y
su respuesta fue tan clara como lógica, esa no es una opción –me dijo- la
tormenta va hacia alla asi que ahora solo podemos terminar lo que empezamos.
Me volvi tambaleando a la escalera que bajaba a los camarotes y una vez abajo les explique a los que estaban sentados alrededor de la mesa, sosteniéndose como podían mientras la frutera colgante se zarandeaba de un lado a otro de la sala, que no volveríamos, que no había chances, que solo nos quedaba seguir adelante y esperar que escaparamos lo mas rápido posible de “Lily”. Uno de los asistentes del capitán bajo y nos entrego a cada uno un equipo impermeable plástico de un amarillo furioso, lo agradecimos porque sin dudas nos iba a hacer falta.
Un rato después mas de la mitad de los pasajeros no podíamos parar de vomitar sobre cubierta, de cara al mar, salpicados por la lluvia que ahora era mas intensa y el viento que había subido mas y mas. Las trepadas del barco sobre las olas que enfrentaba eran cada vez mas pronunciadas y los valles en que caíamos después eran un remanso de un segundo en donde el viento desaparecia.
Media hora después todos sin excepción, excepto la tripulación, se habían sumado al concierto de mareos, malestar y vomitos incontenibles, lo que había empezado como una situación incomoda, casi vergonzosa ahora se había convertido en algo tan incontrolable y generalizado que ya nadie miraba a nadie. Todos asomados a las borda del barco superábamos como podíamos la situación. Abajo algunos seguían en la misma situación, tratando de comprobar eso de que en el centro de gravedad del barco el movimiento es menor, pero con semejante tormenta solo habían puesto un balde enorme para quienes no pudieran resistir los 5 pasos que los separaban del baño. Nunca había sentido una sensación igual, las ganas de vomitar sin poder ya vomitar mas, el estomago hecho un nudo. Volví arriba porque estaba convencido de que el viento en la cara me hacía sentir mejor, aunque sabia que era solo la percepción de no verme encerrado. Una vez en cubierta vi que la situación claramente había empeorado. Las olas eran ya gigantes y golpeban de todos lados, el viento era muy fuerte y potenciaba la lluvia que producía un golpeteo tan intenso en el plástico de los impermeables que parecían una multitud de ametralladoras disparando al unisono. Ahí estábamos entonces, en el medio de un viaje sin retorno, navegando en un mar tan oscuro como la mas oscura de las noches, con millones y millones de gotas que caian de la nada y un viento tan intensamente fuerte que podía mover las masas de agua que se deslisaban debajo nuestro. El estoico reflector del palo mayor seguía firme luchando contra la negrura intensa de la tormenta solo que ahora el rayo de luz tenia un ciclo particularmente estremecedor. Primero podias ver el rayo de luz salir del reflector hacia el frente del barco, sin un cuerpo definido pero iluminando la lluvia y las gotas tan caprichosas que se volaban y formaban una cortina de agua en todas direcciones. A continuación el mismo haz se parecía al de un cine y como si fuera una pantalla lo que teníamos enfrente nos mostraba una pared de agua gigante que crecia y se nos venia encima. El barco ya no subia esas olas, simplemente (y por suerte) las atravesaba. La proa se hundía como un clavo gigante en el cuerpo de ese monstruo de agua y como si fuera un globo que explota, el mar nos invadía y nos pasaba, literalmente, por encima. El espectáculo valia la pena y tampoco tenia fuerzas para hacer otra cosa que mirar asi que me tome firmemente de uno de los cables de acero que bajaba del mástil a cubierta y ate mi brazo izquierdo consciente de que no había mas nada que hacer que esperar a que esto terminara con o sin nosotros. La noche era eterna aunque no habían pasado mas que un par de horas. Desde donde estaba miraba atrás tratando de descubrir las luces de Miami, aun sabiendo que era imposible. No dejaba de pensar que eso debía terminar en algún momento, no por miedo o temor a lo que nos podía pasar; ya habíamos dejado atrás eso, el miedo es una situación temporal, solo dura hasta que uno se acostumbra y se da cuenta de que el fin no es realmente lo que debe preocuparnos sino el camino hasta llegar a el. El malestar era tan intenso y la situación tan irremediablemente agobiante que solo pensaba en que si la salida de esa odisea era abandonar este mundo estaba cada vez mas cerca de aceptar el canje.
Me volvi tambaleando a la escalera que bajaba a los camarotes y una vez abajo les explique a los que estaban sentados alrededor de la mesa, sosteniéndose como podían mientras la frutera colgante se zarandeaba de un lado a otro de la sala, que no volveríamos, que no había chances, que solo nos quedaba seguir adelante y esperar que escaparamos lo mas rápido posible de “Lily”. Uno de los asistentes del capitán bajo y nos entrego a cada uno un equipo impermeable plástico de un amarillo furioso, lo agradecimos porque sin dudas nos iba a hacer falta.
Un rato después mas de la mitad de los pasajeros no podíamos parar de vomitar sobre cubierta, de cara al mar, salpicados por la lluvia que ahora era mas intensa y el viento que había subido mas y mas. Las trepadas del barco sobre las olas que enfrentaba eran cada vez mas pronunciadas y los valles en que caíamos después eran un remanso de un segundo en donde el viento desaparecia.
Media hora después todos sin excepción, excepto la tripulación, se habían sumado al concierto de mareos, malestar y vomitos incontenibles, lo que había empezado como una situación incomoda, casi vergonzosa ahora se había convertido en algo tan incontrolable y generalizado que ya nadie miraba a nadie. Todos asomados a las borda del barco superábamos como podíamos la situación. Abajo algunos seguían en la misma situación, tratando de comprobar eso de que en el centro de gravedad del barco el movimiento es menor, pero con semejante tormenta solo habían puesto un balde enorme para quienes no pudieran resistir los 5 pasos que los separaban del baño. Nunca había sentido una sensación igual, las ganas de vomitar sin poder ya vomitar mas, el estomago hecho un nudo. Volví arriba porque estaba convencido de que el viento en la cara me hacía sentir mejor, aunque sabia que era solo la percepción de no verme encerrado. Una vez en cubierta vi que la situación claramente había empeorado. Las olas eran ya gigantes y golpeban de todos lados, el viento era muy fuerte y potenciaba la lluvia que producía un golpeteo tan intenso en el plástico de los impermeables que parecían una multitud de ametralladoras disparando al unisono. Ahí estábamos entonces, en el medio de un viaje sin retorno, navegando en un mar tan oscuro como la mas oscura de las noches, con millones y millones de gotas que caian de la nada y un viento tan intensamente fuerte que podía mover las masas de agua que se deslisaban debajo nuestro. El estoico reflector del palo mayor seguía firme luchando contra la negrura intensa de la tormenta solo que ahora el rayo de luz tenia un ciclo particularmente estremecedor. Primero podias ver el rayo de luz salir del reflector hacia el frente del barco, sin un cuerpo definido pero iluminando la lluvia y las gotas tan caprichosas que se volaban y formaban una cortina de agua en todas direcciones. A continuación el mismo haz se parecía al de un cine y como si fuera una pantalla lo que teníamos enfrente nos mostraba una pared de agua gigante que crecia y se nos venia encima. El barco ya no subia esas olas, simplemente (y por suerte) las atravesaba. La proa se hundía como un clavo gigante en el cuerpo de ese monstruo de agua y como si fuera un globo que explota, el mar nos invadía y nos pasaba, literalmente, por encima. El espectáculo valia la pena y tampoco tenia fuerzas para hacer otra cosa que mirar asi que me tome firmemente de uno de los cables de acero que bajaba del mástil a cubierta y ate mi brazo izquierdo consciente de que no había mas nada que hacer que esperar a que esto terminara con o sin nosotros. La noche era eterna aunque no habían pasado mas que un par de horas. Desde donde estaba miraba atrás tratando de descubrir las luces de Miami, aun sabiendo que era imposible. No dejaba de pensar que eso debía terminar en algún momento, no por miedo o temor a lo que nos podía pasar; ya habíamos dejado atrás eso, el miedo es una situación temporal, solo dura hasta que uno se acostumbra y se da cuenta de que el fin no es realmente lo que debe preocuparnos sino el camino hasta llegar a el. El malestar era tan intenso y la situación tan irremediablemente agobiante que solo pensaba en que si la salida de esa odisea era abandonar este mundo estaba cada vez mas cerca de aceptar el canje.
Las olas seguían pasando por encima nuestro,
el Sea Explorer estaba empecinado en no darse por vencido y avanzaba como podía
perforando las paredes de agua que se ponían enfrente.Así continuamos esa noche, balanceándonos,
vomitando, dudando entre dejarnos morir o buscar la salida, en un momento de la
noche totalmente agotado me desate y tomándome como pude de todas partes baje
al camarote. Todos habían desaparecido, el caos reinaba, apenas pude acostarme
en la litera que me tocaba y mientras me movía de un lado a otro, ya sin sentir
nada, tuve la bendición de dormirme.
Me despertaron los diálogos de cubierta, eramos los últimos en despertarnos y cuando intentamos enderezarnos para comprobar que esa luz que entraba por la escalera era el sol timido de la mañana, los musculos del estomago me hicieron recordar lo mal que la había pasado por la noche. Apenas moviéndome como pude subi a cubierta, todos desayunaban y yo no podia entender como lo hacían. Estábamos en Bimini, finalmente lo habíamos logrado. Me acerque al capitán que ahora sonreía, le pregunte como había terminado la noche,le dije que estaba convencido de que su experiencia había hecho la diferencia. Se sonrio y acercándose me dijo – Nunca había pasado por nada igual. Se paro y mientras se alejaba por cubierta me dijo – Ahora… a bucear!!
Me despertaron los diálogos de cubierta, eramos los últimos en despertarnos y cuando intentamos enderezarnos para comprobar que esa luz que entraba por la escalera era el sol timido de la mañana, los musculos del estomago me hicieron recordar lo mal que la había pasado por la noche. Apenas moviéndome como pude subi a cubierta, todos desayunaban y yo no podia entender como lo hacían. Estábamos en Bimini, finalmente lo habíamos logrado. Me acerque al capitán que ahora sonreía, le pregunte como había terminado la noche,le dije que estaba convencido de que su experiencia había hecho la diferencia. Se sonrio y acercándose me dijo – Nunca había pasado por nada igual. Se paro y mientras se alejaba por cubierta me dijo – Ahora… a bucear!!
Pero esa es otra parte de la historia.
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