jueves, 18 de diciembre de 2008

Porque gritas?

Porque gritas?! Le grite yo también. Calláte, no ves que nos pueden escuchar? Quien nos va a oir en esta cueva de mierda, me dijo ella con un tono mas bajo pero igualmente enceguecida.
La furia se le veía en la cara y le recorría el cuerpo enrojeciéndole la piel y exaltándole las venas del cuello hasta parecer que iban a explotarle.
Esta cueva de mierda fue idea tuya, en todo caso gritate vos misma…o callate.Cuando le dije esa frase vi sus ojos desorbitados y su boca abierta esperando, alerta, a que el cerebro le tirara una idea; esperando que una neurona le diera la respuesta hiriente y final que subiría la apuesta de esa discusión nocturna. Se quedo así, inmóvil por un instante, los ojos amplios, la boca abierta, la respuesta que no llegaba. De pronto movio los labios como en un chispazo para no dejarme la ultima palabra. Hijo de puta!!!. Sentenció. Se dio cuenta que no era un buen argumento pero que de todas maneras le permitía mantener la tensión. La mirada desafiante, el mentón altivo, el hombro derecho un poco mas adelante que el izquierdo, la respiración rápida pero no demasiado. Hijo de puta!!. Repitió. La mire despectivamente, tratando de explicarle con los ojos que ese no era insulto para mi. No entendes nada, sos una idiota sin solución. Le tiré, buscando que sin recurrir a palabras gastadas, la estocada fuera mas profunda. La corrí del paso con una mano y con la otra abrí la puerta. Ya vuelvo, trata de no meter mas la pata. Cerré.

Esta mina era una idiota, así con todas las letras, una idiota. Me la había presentado un amigo hacia unos meses. Era la ex novia de un ex amigo de el. El ex amigo, un pobre tipo que vendía artesanías. Esta mina, la ex novia, una rubia de peluquería, con pechos de cirujano y cerebro de cartón, me enredo con una serie de mentiras respecto a su trabajo, a sus gustos, a sus delirios y a sus amigos. Fui descubriendo que cada una de sus palabras eran mentiras, claro que no necesite mucho tiempo para eso porque como ya conté, ella no era capaz de sostener una mentira mas allá de la segunda conversación sobre el tema. Se pisaba, se desdecía, se corregía. Al principio hasta me resultaba gracioso, después simplemente paso a ser algo molesto. Empece a verla cada vez menos, era eso o directamente golpearla cada vez que la tenía enfrente, ya me había cansado de escucharla contándome cosas sin sentido. Me había hartado que no tuviera otro tema de conversación mas que las revistas, el horóscopo y los chimentos de la televisión. Un día, mientras manejaba por la ruta, me llego un dato a la cabeza; una de esas ideas que como una pieza de rompecabezas nos rondan el cerebro en busca del espacio donde encajar exactamente, a veces giran por mucho tiempo, a veces no encajan nunca. Me di cuenta que inconscientemente tenia un dato de mis conversaciones con ella, había algo que se repetía siempre, había algo de lo que no se desdecía. Algo en lo que nunca se equivocaba. Seguramente eso era cierto

Se te paso la locura? Empecé la pregunta mientras abría la puerta de la habitación y la cerré sin prestar atención a la respuesta. La busque con la vista y no la encontré. Escuche la ducha en el baño y entendí que se estaba bañando. Prendí el televisor y espere.
Salio del baño envuelta en una toalla, con otra puesta como un turbante blanco en la cabeza. Repetí la pregunta con la mirada fija en el televisor.
Sí, pero igual tengo razón, me contestó.
Bueno me alegro porque si nos ponemos locos los dos, perdemos... los dos. Me entendes Mónica? Supuse que entendía porque no dijo nada.
Se vistió con lo mismo que tenia puesto un rato antes y se sentó en la cama, del otro lado, intentando no mirar el televisor.
Cuantas veces te dije que no tenias que aparecer vos? Abrí de nuevo la conversación, con un tono mas calmado pero sin despegar la vista del televisor. No tuve respuesta. En la televisión una persecución de autos en el noticiero llenaba la habitación de sirenas y relatos policiales. Si me hubieras hecho caso todo sería distinto. Sume mi idea a los sonidos que poblaban la habitación. De pronto se levanto de la cama y me enfrento. Con el pelo mojado y la cara lavada se paro delante mio y bajo la vista hasta encontrarse con mis ojos. Subiéndose el bretel del vestido me miro fijo y escupió algo que seguramente venia pensando desde la ducha.


Me había hablado montones de veces de una prima que vivía en Buenos Aires, de lo amiga que eran cuando chicas, de lo importante que había sido en su vida, de las vacaciones juntas, de los novios, los amigos…pero fundamentalmente del marido de la prima. El tipo era empresario, fabricaba autos, en realidad por lo que me contó Mónica hacia autopartes. Eso lo deduje yo, porque ella no lograba entender cual era la diferencia entre fabricar autos y hacer sus partes. El marido de la prima tenía mucha plata, muchos autos, muchos viajes, muchos departamentos, algunas amantes y ahora también una posibilidad muy próxima de ser Diputado . Eso lo averiguo Mónica y lo corroboré yo, lo de las amantes digo. Al parecer el tipo tenía debilidad por las chicas jóvenes, mientras mas jóvencitas mejor. Sacamos unas fotos, lo seguimos un par de veces y le mandamos las muestras de lo que habíamos conseguido a su oficina. Un sobre prolijito, llevado por un cadete desconocido, con la etiqueta impresa…un trabajo profesional. Lo llamamos al rato, hable yo, directamente a su celular. 500.000 dólares o salís en los diarios. De esa forma se podría resumirse la conversación. Me insulto, lo deje que se descargara, lo espere al teléfono y después entendió la situación. Quería pagar menos. Como todo tipo de guita era una rata, mientras mas tienen menos quieren entregar. Cerramos en 300, decidimos donde se haría la entrega y pusimos la hora.
Llegue un rato antes para asegurarme de que nadie nos estuviera esperando. La plaza estaba desierta, eran más de las 12 de la noche y mas allá de que fuera invierno era una noche especialmente fría. La llovizna invadía cada espacio, inclusive debajo de mi sobretodo, se colaba gélida. Me baje del auto ,que había alquilado, apenas lo vi aparecer y acercarse a la calesita que le había marcado como lugar de reunión. Llame su atención desde lejos para cambiar el lugar hacia el otro lado de la plaza, justo al lado de la estatua del oso. Se acerco y antes de darme el bolso con la plata intento verme la cara. El pasamontañas es un artículo de primera necesidad para un tipo como yo en una situación como esta. Abrí el bolso, mire, revise lo mejor que pude, luego tendría tiempo de contar; igualmente confié, porque al final de cuentas, estábamos haciendo un negocio entre caballeros. Le di sus fotos, la tarjeta de memoria con las imágenes y los datos suyos que tenia. Estiró la mano fuera del saco, guardo todo y me miró de nuevo. Seguramente pensaba en vengarse pero todavía no sabia como. En la despedida estábamos cuando me sorprendió la forma en que miraba de costado ,sobre mi hombro, tratando de creer que era cierto lo que veía. Mónica? Grito preguntando. Mónica, sos vos?. Siguió gritando. Me di vuelta porque no entendía, aunque en realidad sabía que no quería entender. Ahí estaba Mónica tratando de subir el vidrio del auto para que el marido de su prima no se diera cuenta de que ella estaba detrás de todo esto. Inútil el intento, inútil Mónica.
Corrí hacia el auto, me subí desesperado y salimos disparados por la autopista.

Si yo no te hubiera dado el dato de Rubén, no tendrías esa plata ahora, seguirías robándole a los borrachos, seguirías siendo el mismo fracasado!! Me gritó casi llorando.
La miré desde abajo, sentado en la cama, y no pude evitar hablarle pausadamente.
Escuchame idiota, si no te hubieras asomado por la ventana para ver que pasaba, nadie sabría que tengo esa plata, nadie sabría quien soy, con quien estoy, quien sos vos...no te das cuenta que ahora van a llegar a vos y después a mi?
Me levante y la hice a un lado con la mano, seguí caminando y levante el volumen del televisor. Seguramente no sabe quien soy, Rubén es un boludo. Se justifico.
No podía creer que ella aún después de escuchar como el tipo la llamaba por su nombre estuviera convencida de que él, Rubén, no sabia quien era.
Metí la mano en el bolso buscando los cigarrillos que había dejado dentro. Hacia tiempo que ya no fumaba pero me tranquilizaba saber que estaban ahí. Movía la mano buscando mientras le explicaba que si el tipo grito su nombre era porque la había visto, no porque soñara con ella.
La mano no podía encontrar los cigarrillos. La puta madre. Con los dedos toque la 9 mm. Y me di cuenta instantáneamente de que la solución estaba ahí.
Que haces? Estas loco? Deja eso ahí…tampoco es para tanto. Dijo Mónica Temblando
Subí el volumen del tele, dale, movete. Le ordené mientras la amenazaba con la pistola.
Ya casi no podíamos escucharnos, había puesto el televisor a su máxima potencia.
Le apunte al pecho. Me miro con los ojos escapándose de su cara.
Que vas a hacer? Pregunto temblando.
Sos tan bruta que ni de esto te das cuenta…le dije riéndome. Ya se que fue excesivo, más aún en un momento así, pero las palabras me brotaron desde el alma.
Sabes una cosa?. Le dije, aunque no pudiera escucharme por los gritos del televisor. Ahora si queres gritar, gritá...
Uno, dos, tres... tiros. Se cayo lentamente sobre la cama. Los ojos abiertos, una mano que por un segundo se negaba a morirse del todo. Levante el bolso, baje el volumen del televisor y abrí la ducha.
Voy a devolver el auto y vengo!! Grité fuerte desde la puerta abierta del departamento para que los vecinos escucharan.
No le abras a nadie, cuidate.!!

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Habeas Corpus

Todos los días recibía esa familia con problemas, todos los días venia la madre y me contaba, con lujo de detalles, algo que yo casi nunca escuchaba. Casi todos los días venia esta madre con sus problemas y con su hija mayor. Una chica estrenando los veinte, que pasaba el tiempo frente a mi escritorio acariciándose el pelo y cambiando de posición con los movimientos aterciopelados de una pantera. La mujer hablaba pero de un tiempo a esta parte me pasaba siempre lo mismo. A la mujer no la escuchaba, por mas que le prestaba la cara, pero se me hacia inevitable mirar a la hija, en realidad mirarle las tetas que se escondían (no mucho) detrás de la musculosa o la remerita ajustada de ocasión.
La madre hablaba y yo no escuchaba, en cambio podría haber descripto de memoria y con rigor científico el valle apretado que se formaba entre los pechos de la hija. Así pasaba el rato. Mientras la mujer hablaba de sus problemas, recorria milimétricamente las fronteras del escote, recostando mis ojos en su piel suave y dorada o simplemente viendo como se insinuaban sus formas desde abajo de la ropa con cada brisa fresca que entraba desde la ventana que da a la calle Olmos.
Sabe que señora? La verdad no me interesa lo que me esta comentando, seguramente habrá otros abogados que puedan escucharla… escucharla e interesarse en lo suyo. Es un tema importante lo reconozco, hay que actuar con urgencia, hay que ser muy profesional también…pero sabe que? Con las tetas de su hija no hay mas nada que hablar, con esos pechos…rebotando apenas en cada movimiento, desafiándome a mí y a la gravedad del otro lado del escritorio…la verdad lo suyo me importa un carajo !!
Se lo habría dicho, de verdad lo pensé. Se lo habría dicho si no fuera porque corría el riesgo de que la mujer se enojara (seguramente) y me dejara como abogado, que perdiera un cliente, que me insultara, que le dijera al dueño del estudio y todo eso.
Me quede callado, esperando la oportunidad.
Me quede callado, esperando los jueves a las 16.30 para verle de nuevo las tetas a la hija.

sábado, 25 de octubre de 2008

Maracana

Unos tipos se jugaban la vida detrás de una pelota en un ballet espontáneo y a la vez gracioso. Yo los miraba porque mi auto estaba parado justo en el semáforo al lado del pedazo de plaza que hacia de cancha. Un par de piedras, un pelota, unas bicicletas desparramadas en el suelo y mucho amor propio en cada jugada. Eran obreros de alguna fábrica cercana porque el uniforme marrón los delataba, algunos tenían la camisa puesta y otros pertenecían al equipo de los descamisados. No era un partido cualquiera, no para ellos supongo, tenia la magia particular que transmite la pelota cuando se pone en movimiento. Cada giro de uno de sus cascos, cada vuelta de su cuerpo esférico, cada impulso que recibe construye de la nada estadios enormes, públicos entusiastas, jugadas espectaculares y equipos millonarios aunque los que no jugamos sigamos viendo pisos gastados en una plaza de ciudad.
Los tipos jugaban y jugaban, sin importar que la ciudad no estuviera enterada, que los diarios no dijeran nada y que mañana no se comentara en la radio.
Verde. Las bocinas empezaron a empujarme y tuve que ceder al movimiento de los demás autos. Los dejé jugando y mi cabeza se quedo con ellos.

BIg Bang

Quien puede negarme que los 60 centímetros cuadrados de una mesa de bar son la entrada a un mundo paralelo? Quien puede decirme que un bar no es un universo en si mismo? La barra, un sol que reparte vida. Cada mesa un planeta y las sillas satélites errantes. Para asomarme al espacio de ese universo en que las palabras son cometas, pago mi tributo. Pido mi café y espero.
La cuchara gira, en movimientos cíclicos perfectos ,desde la derecha a la izquierda con la suficiente fuerza para generar un remolino preciso en ese cuerpo negro; hasta el punto en que cambia el giro de izquierda a derecha, solo para ver como colapsan las corrientes internas del pocillo unas contra otras.
Así será ser Dios?.

0 a 0

El 9 estaba esperando el centro en el medio del área, se empujaban fuerte con el defensor que intentaba marcarlo y no dejar que cabeceara. En la esquina uno de los jugadores esperaba el momento exacto para patear el corner que llevara el embrujo de conectar una trayectoria incierta con la cabeza de un compañero, para cambiar la trayectoria y el destino de esa pelota. Claro que ese destino podía tener dos finales, el fracaso indecente de la pelota que se va afuera o la gloria y el recuerdo perenne del gol convertido. Así estaban las cosas en medio de ese partido tan peleado. El 0 a 0 era un hecho pero al mismo tiempo todos sabíamos que el final de ese equilibrio frágil estaba escrito.
En el área los empujones seguían siendo los protagonistas, el arquero esperaba en la línea e imaginaba los trayectos posibles del corner por venir.
Desde la esquina salió disparada al corazón del área esa flecha convertida en pelota, subiendo primero en un arco perfecto para caer precisa sobre el campo de batalla que estaba frente a los tres palos. El arquero de ellos salió a cortar el centro pero no pudo evitar que la pelota lo pasara. Sus ojos mostraban que el error estaba cometido y que la inercia de su salto hacia imposible volver atrás sus movimientos, hacían predecir con claridad que vendrían movimientos espasmódicos de sus brazos y un insulto último antes de caer al piso sin nada entre las manos. La predicción que vi al asomarme a sus ojos se cumplió certera y desde atrás de la defensa rival pude llegar corriendo y cambiar el rumbo inexpresivo de ese corner decadente por la gloria de un gol convertido. Después vinieron los gritos, los abrazos y el reconocimiento de los míos. Las miradas vengativas y los insultos por lo bajo de los otros.
Puse la pelota de nuevo en el medio, como un gesto de buena voluntad pero mas como una señal clara de que ya nada cambiaria el rumbo que había tomado ese partido.Otra vez rodó la pelota de pie en pie hasta que sucedió lo impensado. El cielo dejo claro que no tenía sentido seguir jugando cuando ya estaba decidido quien ganaría esa tarde. Soltó de una vez el festejo húmedo de millones de gotas enormes y de un momento a otro la cancha desapareció bajo el agua. Levante la vista agradeciendo el gesto y cerré los ojos para ver de nuevo el gol que había convertido. La lluvia seguía cayendo y estaba casi solo ya. Baje la vista buscando la salida y escuche los gritos de mi mama que me llamaba desde abajo del paraguas al otro lado de la calle.

domingo, 12 de octubre de 2008

VISTE?

Caminando por las calles de Buenos Aires me di cuenta de que existe otro mundo. Raro, incierto, alienado, bizarro y particular. Un mundo de gente que habla sola, de gente que viaja y no llega nunca.
Caminando por las calles de Buenos Aires me di cuenta de era el único que aún podía ver.

SUEGRA

Nunca había dicho tanto sin decir nada. Nunca.
El silencio tiene un poder especial para hacer que ella entienda que debe callarse.

EL ASUNTO DEL PANCHO

Cuando me asome por la ventana del tren vi como el puesto de panchos se caía lentamente. No desde una perspectiva visual ni una construcción poética, ni una forma de imaginar la escena. El carro de panchos se desmoronaba despacio, literalmente, pero no pude por mi posición seguir mirando.
El nene de la remera roja pasó corriendo, detrás la madre lo seguía en un trote agitado golpeando con las rodillas las bolsas que llevaba en las manos; tratando que el cinto del vestido siguiera donde ella declaraba que alguna vez había tenido la cintura. El delante, corriendo. Ella, detrás gritando. Me contó un vecino, cuando llegue a casa, que desde el vagón donde viajaba él, pudo verlo todo. El chico pasó corriendo, la mamá pasa junto al carro de panchos y pega con la frente en la sombrilla del panchero. Ella suelta las bolsas para tomarse la frente pero sin dejar de moverse tratando de parar a su hijo. El panchero, sorprendido, no atina a moverse porque en una mano tiene un pancho y en la otra mostaza. Así, inmóvil, ve como el carro se balancea. El frasco de los ajíes vuela por el aire y salpica a dos clientes, los mismos que esperan el pancho que tiene entre manos el dueño del carro. La situación lo decide, suelta pancho y mostaza tratando de sostener las gaseosas que se balancean. No puede. Caen y explotan. En un instinto natural el panchero salta hacia atrás y sin quererlo con el pie golpea una rueda del carro que se cae sobre el lado izquierdo; en una catarata de sabores se caen las papas, el ketchup, la mayonesa, el tomate, las servilletas, el agua caliente y las salchichas pendientes. Seguramente la presión sobre la otra rueda era enorme- supone mi vecino que sigue contando- porque inmediatamente se sale y el carro otra vez se va de costado apoyando con fuerza su estructura en el piso. La sombrilla se cierra inexplicablemente, los dos clientes que esperaban, antes manchados con ajíes ahora reciben la caída de los alambres y la lona. Se agachan, se mueven, resbalan. Un policía se acerca, la gente se detiene y mira. Dos perros se roban las salchichas del piso.
La señora, la mama, finalmente alcanzo al nene de rojo. Caminan juntos por el anden. Ella lo lleva del brazo casi suspendido en el aire, retándolo, gesticulando. Pasan por el costado del carro de panchos y los restos de batalla contra el equilibrio. El panchero la mira esperando una respuesta, una explicación, una disculpa aunque mas no sea. Ella no parece verlo. Pasan sin inmutarse metidos en sus propios temas.
El tren empezó a moverse- agrega mi vecino, buscando explicar el fin abrupto del relato- y ya no pude ver mucho mas, solamente te digo que tu hijo y tu señora hicieron un hermoso desastre en esa estación.

jueves, 28 de agosto de 2008

No se puede todo al mismo tiempo

Seguía vivo pero parecía muerto. La clave? El secreto? La idea justa para permanecer vivo un rato mas? Confiando, tal vez, en vivir haciéndose el muerto?
La escalera terminaba ahí. Arriba la casa continuaba. Afuera había una ciudad que no quería volver a verlo…vivo.
Lo dejaron un rato. Sigo vivo…pensó, haciéndose el muerto.
Sigue vivo, se dijeron los otros. Los escuchó y ahora sí empezó a morirse de verdad.

sábado, 23 de agosto de 2008

Abrir los ojos para poder volar

Un Fuerte viento sacude y desparrama las almas aferradas a enormes edificios construidos al filo de una montaña de sueños. Es imposible ocultarse del viento que todo lo acaba.
Esta vez el viento las arrastra. Las almas se vuelan, sus gritos casi ni se oyen en el fragor intenso del viento rugiendo.
El viento que todo lo acaba esta siempre soplando, pero las almas se vuelan cuando abren los ojos y se enteran.
Este viento intenso tiene muchos nombres pero todos significan lo mismo.
Realidad.

miércoles, 20 de agosto de 2008

PH

“Mis pensamiento son solo míos” fue el grito que escuché a través de la puerta de mi departamento. Había una discusión en el ascensor. “ Mis pensamientos son solo míos“, se escuchó otra vez.
Solamente tuyos pensé y subí el volumen del televisor.

domingo, 17 de agosto de 2008

LO QUE PASO CON MARIA

Detenidamente podía observarse que esos árboles no estaban bien. Si uno se paraba con la suficiente perspectiva podía darse cuenta de que los troncos se tocaban, se buscaban, y si uno cambiaba un poco el ángulo de la mirada y se recostaba sobre el piso podía entonces notar como los troncos se anudaban, se atrapaban unos a otros, casi obscenamente.
Sin embargo vistos desde la ventana del piso 8, que era desde el lugar donde yo miraba habitualmente, los árboles parecían no tener nada especial, eran simples, intrascendentes, solitarios. Claro…eso era precisamente, solitarios, independientes a su pesar, indefectiblemente uno y otro.
Cuando llego Matías lo lleve directamente a la ventana y le mostré los árboles. Ves? Fijate en los troncos, te das cuenta? No? Como “no”? fijate bien, ves que se curvan…ahí….ves, ahí. Bueno ahora vamos hasta abajo y te muestro como se ve desde allá.
Matías me miró y entendí que cuestionaba mi cordura. Se sentó en la mesa y amago con servirse un mate. Lo interrumpí. Que, no me vas a acompañar abajo? Dale, vení que te muestro!. Me miró de nuevo. Negro…estás loco? Son dos árboles, ya los ví. Estas contento? Ahora dejame de joder un rato. Vení, sentate y contame que pasó con María.
Me senté como me pidió y lo escuche monologar sobre el futuro, las mujeres, el clima, el calentamiento global, los autos convertibles y la pizza a la parrilla.
Matías hablaba y explicaba las razones por las cuales uno debe estar atento a no se que cosas que plantean las mujeres y me explicaba, con ganas, porque
la pizza a la parrilla no se debe dar vuelta cuando se cocina. Lo escuche un rato pero sin prestarle atención. Es que no podía entender como no estaba interesado en el tema de los árboles. Estaba ciego? No tenía capacidad de asombrarse? Había perdido el interés por las cosas únicas que presenta este mundo? Donde estaba su curiosidad y el compromiso con mi amistad?
Matías seguía y disertaba. Lo interrumpí. Matí –traté de sonar un poco mas amigable- vamos hasta abajo y te explico lo de los árboles? Dale…no me mires así…en serio te digo. Es un minuto, por el ascensor es un minuto, miras, te explico, subimos y me seguís contando…querés ?
No esperé que me insultara pero ese fue el resultado así que me quede callado de nuevo y seguí escuchando. Ahora el tema era como afectaba el sol a las mujeres que no usaban maquillaje y como actuaba en las que se pintaban como una puerta. Parece que la teoría médica defendía a las “puertas” pero la práctica estética las defenestraba. Y ya se sabe, la belleza no tiene precio aunque se vaya la vida en eso.
Y que pasó con María? Me preguntó.
Mi cabeza seguía en el tema de los árboles y la pregunta me tomo de sorpresa. Que? Que paso? Ahhhh…vos te referís a “que paso”…bueno, nada paso.
Matías me dejo seguir y cuando vio que el silencio era el único habitante de esa mesa, avanzo de nuevo. Pero como nada? Según ella se pudrió todo…
Y vos le crees a ella? Creeme a mí que soy tu amigo!! Le dije. Mati vamos abajo y te muestro…nos cruzamos al frente y vas a ver…te juro que es increíble. Continué.
Negro… dejame de hinchar las pelotas con los árboles. Tomaste algo antes que llegara? Estas bien? Te juro que me preocupa que estés así.
No tome nada…es que no se como explicarte…o sea…lo tenés que ver. Bajamos?
Matías no me contesto, ya no quería contestarme, empezó a tomar mate y a ignorarme; tratando seguramente de que yo no volviera a mencionarle el tema de los árboles.
El espacio entre los dos se iba haciendo cada vez mas tenso y no quedaban muchas excusas para no hablarnos. Le pase el azúcar como me pidió y me limite a decirle que yo los prefería amargos. No tuve respuesta.
Cuando había pasado mas de media hora de nuestras últimas palabras y ya no quedaba deporte digno para ver por televisión Matías anuncio que se iba, no se que tramite tenía que hacer y no se quien lo estaba esperando después. Asentí, le dije que dejara el mate y las demás cosas en la mesa que ya las acomodaba yo; no me gusta que nadie invada el perfecto orden de mi cocina.
Chau, Mati, nos vemos mañana entonces, le dije a modo de inicio de una despedida. Lo acompañe hasta el ascensor y antes de que pudiera apretar PB me colé con el. Bajo con vos, creo que me deje las llaves del auto puestas, expliqué.
Llegamos abajo y salimos juntos a la calle, lo deje pasar primero, porque no estaban abiertas las dos hojas de la puerta. El portero había echado agua en la vereda, como todas las tardes, inútilmente, como todos los días.
Chau, Negro, me dijo. Levante la mano y lo guié con el dedo índice hasta el punto exacto desde donde se apreciaban los dos árboles.
No miró mi dedo, solo empezó a mirarme con una mezcla de enojo y cansancio, enloqueció por un segundo y soltó una catarata de palabras inconexas e insultos sin sentido. Entendí que se había cansado y que era inútil seguir pidiéndole que me prestara su atención un rato más, al menos para el tema de los árboles.
Todavía agitado por la desenfrenada carrera de su lengua en contra de mi persona, casi jadeando, pero con una sonrisa que se podía adivinar escondida detrás de su cara en ese momento; lo despedí. Suerte, nos vemos, dale…! Agregué. Lo que había pasado en ese instante no había sucedido nunca, eso quise decir con mi actitud. Lo dejamos pasar.
Me saludo como siempre, le respondí como se debía. Salió caminando hacia la esquina. Me pareció que se había equivocado de dirección, el vive para el lado del bajo, sin embargo no dije nada. Hizo 10 o 15 metros y se volvió, pasó a mi lado y sonriéndose quiso evitar cualquier comentario. Ahora sí iba para su casa.
Después que lo perdí de vista volví a mirar los árboles de la discordia.
Flores!!, Flores, venga. Le muestro una cosa!. Ahí estaba el portero, sacando unas cajas a la calle. Flores se me acercó, se paró a mi lado y espero que le dijera que era lo que iba a mostrarle.
Con la mano lo fui guiando, lo hice agacharse, casi recostarse en el suelo, con la palma de la mano invertida le pedí que levantara la vista y con el índice y el pulgar le guié la vista hacia los árboles; tal como venia pidiéndole a Matías.
Que le parece Flores? Le pregunté. Se da cuenta?
El tipo me miró y volvió a observar los árboles. Los troncos, fíjese en los troncos. Agregué.
Flores se levanto despacio y se sacudió la tierra del pantalón a la altura de las rodillas, volvió hasta la puerta, entro y cerró.
Yo esperé a quien quisiera ver lo que yo veía pero no hubo caso. La esperé a María para mostrarle, seguramente ella me entendería. Ella no vino, nunca llegó.
Me levante despacio, pretendiendo que nadie me veía. Me acomodé la camisa, me enderecé el cinto, hice un ademán nervioso con la mano buscando peinarme y fuí hasta la puerta.
Flores…me… abre?,ehh… me deje la llave adentro.


Agosto 2008

AVIONES

Los aviones pasaban por encima nuestro, en un viaje siempre parejo y uniforme, al menos así se veía todas las mañanas desde abajo. En un instante fugaz se escapaban de la vista sin que supiéramos a donde iban. Podíamos entonces imaginar cientos de destinos posibles: Montañas escarpadas y brotadas de miles de verdes diferentes, lugares en donde siempre llueve y en los que cuando no llueve, igualmente el agua se las arregla para estar presente. Desiertos. Desiertos de esos que se ven en las películas, esos que tienen arenas doradas con dunas que vagan por el aire caliente, montadas al lomo de vientos caprichosos, gente con turbantes y telas etéreas colgando de los hombros y rifles en sus manos. Islas. Salpicadas sin sentido en el cuerpo salado de mares distantes. Islas que están solas y esperan en el medio de la nada. Islas valientes, islas de esas en las que uno cree estar parado en el centro del mundo. Ciudades enormes, siempre apuradas, vertiginosas por el simple hecho de que alguien, algún día, las hecho a andar y ya nunca mas pudieron detenerse. Ciudades con monumentos, con gente que pasa sin saberlo, con calles que acompañan la locura, con autos que no saben de demoras; con risas, con lágrimas y sueños atascados.
Otra vez los aviones pasaron alto, vinieron determinados en su destino. En un camino rectilíneo y previsible, desde un extremo del cielo conocido para perderse en el final de la cúpula celeste que teníamos encima.
Los aviones pasaron hoy, como cada día que recuerdo. Y entonces, cuando eso sucede, me subo a ese vuelo. Primero los observo venir. Yo no se de horarios, no consulto ningún reloj. Porque tener un horario seria tener una certeza, y las certezas es sabido, matan a las sorpresas…y cuando la sorpresa se muere es casi seguro que las esperanzas se enferman y entristecen, para después morirse también, inevitablemente.
Los veo, vienen ahora. Corro casi a la misma velocidad que llevan en el cielo, hasta llegar al punto donde ellos arriba, yo abajo; empezamos a viajar fundidos en una misma sensación. Corro yo, vuelan ellos. Corro y llego al límite de mis piernas que es el momento exacto en donde me subo y me acomodo para el viaje. Ese viaje que puede ser a cualquier lado, no importa, no consulto mapas ni rutas, no pregunto al Capitán, es sabido por todos, que el conocimiento aniquila los sueños y el día en que eso me suceda prometo que dejare de volar.


Julio 2008

LA CHICA DEL ZAPATO QUE NO QUERIA MORIR

Debía ser mucho más alta de lo que parecía, porque tenía la particularidad de vestirse de una manera que no llamaría fea pero que si creo, podría encajar en lo que todos comúnmente denominamos “horrible”. No es que fuera importante la forma en que vestía ni como se peinaba ni la forma en que se movía o siquiera la manera en que se pintaba; no. Yo diría que una combinación tan atroz en los colores y los estilos hacia inevitable el expresarse y restregarse los ojos para saber si era cierto…si eso era posible.
La primera vez que la vi (fue la única vez), cruzaba la calle con cierto desgano, casi impulsada por la inercia que tomó al resbalarse en el cordón de la vereda. Yo venia de frente, ensimismado en mis cosas y percibí a un costado un movimiento extraño, fortuito, entrecortado. Era ella que se resbalaba antes de poder bajar a la calle y en una serie de movimientos quebrados se desplazaba entre caerse y no caerse. Me detuve un instante y dude entre ayudarla o reírme; afortunadamente opté por reírme y eso fue lo que nos salvo a los dos de la embestida de un colectivo de la línea 54.
La miré, me miró, miramos juntos el taco que se había quebrado y yacía muerto en el suelo junto a una moneda de 25 centavos y un volante de 6 panchos por 2 pesos.
La magia del momento se rompió otra vez cuando un taxi apenas hizo un esfuerzo por esquivarnos y nos cortó la respiración por un instante.
Mi primera reacción fue irme, continuar mi camino. Tenía muchas cosas que hacer, los minutos pasaban y mi vida corría riesgo de terminarse en esa misma esquina. Pero algo me detuvo, la mire de nuevo; ahora estaba otra vez en la vereda. Intentaba inútilmente poner el taco en su lugar. El taco había muerto, pero ella obstinadamente no quería saberlo. Me miró buscando ayuda con los ojos. La miré y me sentí culpable. Culpable de que? Pensé. Si gracias a mi seguía entera. Le hice señas, con las manos, “el taco esta chau”, me miró nuevamente, miró el taco y después el zapato. Levantó la vista casi implorando al cielo y en un movimiento rápido lo tiró con fuerza al infinito. Alcancé a esquivarlo agachándome instintivamente pero el taco pegó con fuerza en la frente de un delivery de pizza que esperaba para cruzar.
Nos paramos los dos, intentando no reírnos del delivery golpeado. Por la forma en que ella me miraba estaba seguro de que pensaba algo que tenía que ver conmigo y por esa misma razón yo estaba pensando en ella. Que mal se vestía, que combinaciones horrorosas y al mismo tiempo que difícil poder esquivar su mirada.
Me hizo señas para que nos corriéramos porque el barrendero tenía que pasar y podía convertirme instantáneamente en un pedazo más de la basura que arrastraba. Me corrí y quedamos los dos otra vez en la vereda, pero esta vez la compartíamos, estábamos del mismo lado. Le dije “chau” con la mano, me dijo nos vemos con los ojos, se dio vuelta y siguió caminando en la misma dirección que llevaba antes del accidente. Me quede parado mirando como caminaba y se alejaba, sin uno de sus tacos. La miré bambolearse y me sentí culpable. Culpable de que?


Julio 2008